A su lado, su tocaya Irene Montero es una mujer hecha a sí mismo. Me refiero a la Pentadedo, Irene Lozano.
Tuve una cordial relación con ella. Escribía en ABC y compartimos tertulias en la COPE. Pero ya se veía en ella más ambición política que periodística. Se fue con Rosa Díez a UPyD y se regodeó cuando ponía a caer de un burro a los socialistas y al PSOE. Como escritora, creo que su bibliografía no alcanza el espacio de las nubes. Escribió un libro atroz sobre un personaje de segunda, la militar sanchipodemita Zaida Cantero, que ya no interesa ni a Zaida Cantero. Y un libro-entrevista a un majadero de muy difícil superación en la estupidez.
Su tercer libro, de pésima prosa, no llevaba su nombre como autora. Lo escribió ella y lo cobró generosamente de la Editorial Planeta Pedro Sánchez. «Manual de Resistencia» se tituló. Se trata del bodrio de un ególatra. Ya había traicionado a UPyD y Rosa Díaz, que reconoció públicamente que la mayor tontería de su vida había sido la de confiar en la resbaladiza Lozano, a cuyo lado –insisto-, su tocaya Irene Montero es una mujer hecha a sí misma.
El próximo dedazo, si no cae un Ministerio, puede ser cualquier cosa. El dinero del libro lo cobró Sánchez. Pero los beneficios colaterales los ha percibido la buganvilla trepadora Irene Lozano, la Pentadedo
Entró en la órbita coperniquiana del ególatra. Copérnico defendía que todo el universo, la creación completa, el sol, la luna y las estrellas giraban a su alrededor. Y el libro ayudó mucho. En su primer Gobierno –y es de esperar que el último-, Sánchez la enchufó como secretaria de Estado para la España Global con unos emolumentos dignos de su enchufe. España Global, en un principio, se denominó Marca España, y su máximo responsable, sin percibir ni un euro de salario en los años que desempeñó su cargo, fue Carlos Espinosa de los Monteros, padre de Iván Espinosa de los Monteros. Un magnífico empresario y buen portero de fútbol. Prueba de ello es que me detuvo un «penalti». Era en mi juventud como un palo, y me abrumaron con dos apelativos. «La Quisquilla de Ondarreta«, por el color sofocado de mi rostro durante los partidos playeros, y «Puskas», por mi maestría en el lanzamiento de las penas máximas. Cuando Carlos Espinosa detuvo mi lanzamiento, me retiré del fútbol. El único fallo balompédico de mi vida.
Lo de la España Global no se sabe cómo lo hizo, pero en premio a que no se sepa cómo lo hizo, Pedro Sánchez, el del libro que no era su libro sino de ella, nombró a Irene Lozano presidenta del Consejo Superior de Deportes, cuando Irene Lozano entendía de Deportes lo que el que firma este texto de fertilizantes para las berenjenas. Y se llegó a oír su nombre como futura embajadora de España en Londres. Como no fue nombrada por presiones diplomáticas, se presentó por el PSOE en las listas para la Comunidad de Madrid, en cuyo Parlamento no ha hecho nada de nada. Ni fuera del Parlamento. Hace pocos días, la ilustre Pentadedo renunció a su acta como diputada en la Asamblea de Madrid, prueba inequívoca de inmediato enchufe. Y así ha sido. Directora general de la Casa Árabe, Casa de la que, lo reconozco, ignoraba su existencia y su importancia. El nuevo dedazo sitúa a Irene Lozano al mismo nivel de un Embajador de España.
Pero así como salir del paso en los Deportes después de unas someras lecciones que le sirvieron para distinguir el tenis del frontón y el baloncesto de la petanca, lo del árabe es más complicado. Se entiende que la directora general de la Casa Árabe, además de la cultura árabe, debe dominar la lengua árabe. Y eso no está del todo asegurado. El próximo dedazo, si no cae un Ministerio, puede ser cualquier cosa. El dinero del libro lo cobró Sánchez. Pero los beneficios colaterales los ha percibido la buganvilla trepadora Irene Lozano, la Pentadedo.