Las semejanzas entre la España de Pedro Sánchez y la Argentina peronista son escalofriantes. En los últimos años, España ha seguido los pasos defectuosos de lo peor de la política argentina; ambas sociedades han mostrado una lamentable confluencia de hechos y gestos que auguran inevitables daños en el tejido social, desacuerdos y enfrentamientos alimentados desde el vértice del poder. Históricamente, el peronismo ha exprimido el antagonismo de amigo-enemigo como mecanismo de conducción política y ha obtenido lo que buscaba: una sociedad fragmentada y hostil sin músculo para la armonía; los parecidos con las medidas que impulsa el presidente Sánchez son innegables.
En la historia sobran ejemplos de dirigentes que utilizaron ese artilugio para reinar; claramente, no es un liderazgo sano y las consecuencias se extienden mucho más allá de sus mandatos. De hecho, la Argentina aún no consigue emanciparse del daño producido por Juan Domingo Perón. Sus partidarios continúan reciclando sus peores vicios. Durante los ’70, una guerrilla despiadada entrenada en Cuba asoló las calles del país y las bañó de sangre; desde entonces, una lucha ciega se mantiene vigente alentada políticamente por sectores que hacen uso partidario de aquella tragedia y aquel dolor.
Recientemente se ha tratado en el Congreso español una iniciativa parlamentaria que implica reformar la Ley Reguladora del Derecho de Asociación; el objetivo concreto de la norma es posibilitar la disolución de las entidades y organizaciones franquistas.
No es difícil interpretar la dirección que lleva esta artera jugada del sanchismo. En el horizonte hay un blanco específico; la norma tiene nombre. Con los votos favorables de todos los partidos de todo el arco parlamentario a excepción de VOX, el PSOE ha dado el primer paso para prohibir la Fundación Nacional Franco. Ese resultado no sorprende demasiado dados los alineamientos que ha venido construyendo el sanchismo con todas las variedades de izquierdas nacionales. Sin embargo, merece una mención especial la postura asumida por el Partido Popular, una formación fundada por Manuel Fraga, exministro franquista, que también acompañó con su voto. La doble moral y la cobardía de los populares expone su falta de convicciones y de coraje, y la indefensión en la que dejan a sus votantes cuando de defender valores se trata.
El portavoz de la Fundación Nacional Francisco Franco, Jaime Alonso García, tras la aprobación de la iniciativa para ilegalizar toda asociación que no cumpla con la Ley de Memoria Democrática del Gobierno, la calificó como una «arbitrariedad» y un «abuso de poder». Y también lamentó el voto de los representantes del PP: «que la pretendida alternativa de poder, se supone conservadora y respetuosa con el derecho y la Constitución, se sume a semejante arbitrariedad, a tan manifiesta ilegalidad, por mucho que venga avalada por una amplia mayoría», indicó en un comunicado en referencia a los diputados que responden a Alberto Núñez Feijoo. Además, agradeció a los parlamentarios de VOX, los únicos que se opusieron a la medida.
La propuesta del PSOE consiste en incluir una disposición adicional en la citada norma para agregar como causa de disolución «la realización de actividades que constituyan apología del franquismo». Más arbitrario no se consigue. ¿Quién y cómo se determinará tal circunstancia? ¿O la finalidad que se persigue no es otra que el intento de invisibilizar una parte de la historia nacional, silenciar voces y promover la autocensura de los ciudadanos?
Este embate también involucrará a los jueces, que tendrán la última palabra. Y de esa intervención ya existe registro, cuando el Tribunal Supremo, por unanimidad y después de muchos recursos interpuestos, finalmente avaló la exhumación de Francisco Franco, desestimando el pedido presentado por la familia. La fundación califica el hecho como «la profanación de la tumba de Francisco Franco» en referencia a cuando sus restos fueron retirados del interior de la Basílica del Valle de los Caídos en cumplimiento de la polémica «Ley de Memoria Democrática».
Esos sentimientos de venganza son idénticos a los que alimentó gran parte de la dirigencia política argentina contra quienes derrotaron el terrorismo y fueron alentados esos mismos gestos de persecución. Hay una intención idéntica de demonizar a un sector.
El Pleno del Congreso inició la tramitación de la propuesta del PSOE que plantea reformar la Ley Reguladora del Derecho de Asociación para que sea posible disolver entidades como la Fundación Francisco Franco, un proceso que se podrá iniciar a instancias de la Fiscalía y concretarse mediante resolución judicial. Este trámite involucra otro poder del Estado. En la Argentina se maquilló una suerte de separación de poderes para dar un viso de formalidad al proceso de enjuiciamiento pero que, en la práctica, significó una politización del poder judicial que adoptó una postura políticamente correcta para congraciarse con el poder político y los medios de comunicación.
Por su parte, el portavoz del grupo socialista en el Congreso destacó el pasado martes que esta iniciativa servirá para que todo el mundo «se retrate» respecto del franquismo: «O se está en contra de la apología del franquismo o se está en connivencia con la dictadura» fueron sus declaraciones.
En Argentina también se incitó al rencor perpetuo y desde entonces, una grieta tan ciega como profunda separa a los argentinos. La madurez no consiste en darle la razón al otro sino entender sus razones y convivir en las diferencias. Es imposible avanzar sin cooperación social y las sociedades, como las personas, necesitan sanar para continuar. El dolor y el enojo son incompatibles con la búsqueda de la paz; por eso, actitudes como las que se vienen alentando en España apuestan solo a la irritación y al odio. En Argentina, 50 años después de aquellos hechos sangrientos, los defensores de la lucha armada siguen repitiendo hasta el presente «Ni olvido, ni perdón», receta con la que se mantiene viva la enemistad eterna, sin duda el camino opuesto a una reconciliación necesaria para dejar de mirar atrás y concentrar los esfuerzos en el futuro.