«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

La santa Transición siria

17 de diciembre de 2024

Los que fueron niños en la era Reagan es posible que recuerden una película de aventuras protagonizada por Michael Douglas, Kathleen Turner y Danny de Vito que en España titularon La joya del Nilo. La banda sonora elegida, un éxito de Billy Ocean (When the going gets tough), tenía lo fundamental para triunfar entonces: el solo de saxofón, el toque electro funk y un cantante con chaqueta cruzada color verde agua seguramente educado en el soul.

En formato arábigo o asiático, los chavales de entonces nos cansamos de ver satrapías orientales en la gran pantalla. El caso de La joya del Nilo no fue la excepción. La pareja que interpretan Douglas y Turner es invitada por el dictador Omar a un país imaginario, aunque no mucho, situado en pleno desierto. Ella, escritora, debe ocuparse de la biografía del autócrata. Allí se les agasaja en un suntuoso palacio —nunca debe faltar, al igual que unas buenas mazmorras— hasta que la desconfianza se instala entre el sátrapa y el mundo libre representado por los norteamericanos. Como de costumbre, la cosa termina con los protagonistas huyendo mientras devastan con mucho arte las mesnadas de Omar que, en su torpeza, recuerdan a los nazis de Indiana Jones.

Han pasado cerca de cuarenta años desde que se estrenó la película e Irak, en guerra entonces con un Irán al que armaba secretamente los Estados Unidos para financiar la Contra nicaragüense, Libia y Siria ya no son lo que eran. Y lo digo sin carga emocional, algo que debo aclarar para que ningún guardián de las esencias liberal-conservadoras caiga en la tentación de añadir el baazismo a mi lista de crímenes contra la derecha fetén.

Nuestros medios, en su apuesta decidida por el islamismo que ha llegado a Damasco, parecen olvidar el principio de prudencia que les situaría en una posición deontológicamente más cómoda. Esto les permitiría informar con más libertad, sin sometimientos narrativos, del devenir del nuevo gobierno yihadista sirio en caso de no cumplirse las expectativas de moderación y diversidad que nos han vendido. Dicha esperanza, puro argumentario salido de cualquier zahurda occidental, es una tomadura de pelo para quien tenga algo de memoria. Desde los años setenta del siglo pasado, todavía seguimos esperando el advenimiento de una democracia en Iran, Afganistán, Irak y Libia.

Por lo demás, parece que se está siguiendo el itinerario clásico que encandila al ciudadano de infantería y le evita hacerse preguntas: el tour por suntuosos palacios, garajes, cárceles y toda la áurea excentricidad de las satrapías orientales. Ahora estamos con la subtrama de una línea colateral de la familia Al-Assad y sus negocios en la Costa del Sol. En el pasado funcionó contar lo de las amazonas de Gadafi o que Sadam pescaba truchas con granadas de mano. Pronto nos desayunaremos con la noticia de que Bashar recechaba furtivamente cabras en el Golán con una ametralladora hecha de oro y diamantes.

El jefe de la franquicia siria de Al-Qaeda que ha tomado Damasco en tiempo récord, Al Jolani, es, utilizando la frase atribuida a Roosevelt sobre Somoza: «Nuestro hijo de puta». De momento comparte estilista con Zelenski y no tenemos detalles, porque no interesa, de los crímenes perpetrados por los yihadistas durante el derrocamiento del régimen anterior. Lo que sí parece haber comenzado es una purga de elementos asociados al mismo, probablemente muy respetuosa con los derechos humanos. Aunque quienes nos deberían importar en primer lugar son los cristianos de la región, cuya suerte está echada.

Con estos mimbres, algunos políticos españoles a los que alguna vez se atribuyó cierta sensatez, han expresado, quizá imbuidos por el espíritu navideño, su confianza en que el nuevo régimen de la república árabe de Oriente Medio dé paso a una «democracia sana». Claro, están comenzando su santa Transición, luego llegará una democracia a la sueca. Seguro.

Una, poseída a su vez por el espíritu de Camilo Sesto, ya no puede más. Siempre se repite la misma historia.

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