«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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La tumba vacía

17 de abril de 2022

Hoy no es un día de celebración, es el DÍA DE CELEBRACIÓN, porque si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe (1 Corintios 15:13-14). Hoy es el día que da sentido a la Semana Santa. Entender el significado de la resurrección es lo que diferencia a Jesús de un profeta más, de una buena persona o de un buen predicador. Si Cristo no se hubiera levantado de entre los muertos, no hubiera pasado de ser otro héroe. Muchos buenos hombres han sido martirizados a lo largo de la historia, incluso han sufrido peores tormentos, pero ninguno resucitó. Ésta, y no otra cosa, es lo que diferencia el cristianismo de cualquier religión: que Jesús al tercer día resucitó. Tan sólo por esto se puede decir: “¿Dónde está muerte tu aguijón? ¿Dónde está sepulcro tu victoria?” (I Corintios. 15:55).

La peor distorsión del mensaje de Cristo consiste en presentarlo como un buen hombre incómodo para el poder y caer en el error del pueblo de Israel que, en su momento, creyó que vendría a salvarlo del yugo romano, del poder terrenal. De la misma forma, muchos imaginan ahora a Cristo más como un líder político carismático —el que a ellos les gustaría— que amenazaba el sistema y que cayó víctima del aparato político como si nada hubiese sido preparado de antemano por el plan divino, sino como un fracaso. 

Conmemorar la muerte de Jesús en la cruz sin vincularlo con la misión más poderosa jamás habida —la de cargar sobre sí mismo el pecado de todos nosotros— sin creer en la resurrección, convertiría a Cristo en un mero petulante con pretensiones imposibles: la de redimir al hombre del pecado; por más que la palabra pecado haya quedado en desuso.

Creer todo o no creer. Si Cristo se presentó a sí mismo como Dios en numerosas ocasiones a lo largo de su vida —“…mi Reino no es de este mundo…”— sólo caben dos opciones: o realmente Cristo es Dios hecho carne o fue un impostor. Así de sencillo. Ser cristiano es creer en la necesidad de la redención individual, en lo sobrenatural, en lo imposible, en la victoria de la vida sobre la muerte eterna. Todo lo demás es folclore. 

“…4 pero fué Él, ciertamente, quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores, y nosotros le tuvimos por castigado y herido por Dios y humillado. 

5 Fue traspasado por nuestras iniquidades, y molido por nuestros pecados. El castigo salvador pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados.

 6 Todos nosotros andábamos errantes, como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.

 7 Maltratado y afligido, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores.

 8 Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, cuando era arrancado de la tierra de los vivientes y muerto por las iniquidades de su pueblo.

 9 Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura, y fue en la muerte igualado a los malhechores; a pesar de no haber en él maldad, ni haber mentira en su boca, 

10 quiso quebrantarle Yavé con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendrá posteridad. Y vivirá largos años, y en sus manos prosperará la obra de Yavé.

 11 Librado de los tormentos de su alma, verá, y lo que verá colmará sus deseos. El justo, mi siervo, justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos.

 12 Por eso, yo le daré por parte suya muchedumbres, y recibirá muchedumbres por botín; por haberse entregado a la muerte, y haber sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de todos e intercedía por los pecadores».

Estas palabras fueron escritas por el profeta Isaías al menos 740 años antes de Cristo. Sin duda, son una razón para creer en la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder y el honor por los siglos de siglos. Amén.

¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad, ha resucitado!

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