«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El lastre ‘aznarista’

7 de agosto de 2013

Presilente, llamé a Mariano Rajoy en cuanto ganó las elecciones. El silencio es la forma de comunicación preferida por el gallego, que gestiona las toneladas de retórica que maneja en sus obligadas comparecencias en el Parlamento, pero poco más. Presilente, además, porque incluso cuando debe hablar, no lo hace de lo que debe, y retrasa sine die la ocasión. Apenas sale de un discurso desgastado, monótono, que gira sobre la vacía palabra “recuperación”. Silente también en sus estrategias políticas. Quién se lo iba a echar en cara. Una cosa es que hable como jefe del Gobierno, y otra que vaya mostrando sus cartas a la oposición, y no sólo la de su partido. Porque de eso se trata. Del aznarismo. Una corriente traslúcida, que deja que se adivinen sus formas pero no permite ver ninguna concreción. Su presunto líder sólo puede serlo de boquilla, como ejemplificación mitificada de unas ideas y un estilo en el ejercicio de la política. Sus miembros son los hombres y mujeres, algunos de ellos, que formaron parte de aquél Gobierno, a cualquier nivel, o que se identificaron con él, o que aún defienden esa sintética pero imprecisa colección de ideas en torno al futuro de España que de algún modo encarnó José María Aznar. En Estados Unidos, los republicanos han creado un mito con Reagan, su política y sus ideas, y en la derecha española se ha forjado otro, que se desprende de la figura del primer presidente popular.Este breve pero consistente acervo de ideas le dejan frío a Mariano Rajoy. “Manzanas traigo”, es toda la respuesta que cabe esperar de él ante las pretensiones del aznarismo. Mariano dejó claro lo cerca que tiene la papelera con el programa del PP cuando, en su primer consejo de ministros subió los impuestos y congeló las esperanzas de sus votantes, que creían que habían votado por otra política y no sólo por otro partido.Rajoy presentó su mutación como una virtud. La de un hombre que no sacrifica las necesidades del momento por la firmeza en unas ideas que él, de todos modos, nunca vio ni útiles ni del todo válidas. Pero hay más. Porque ese eslalon político, que le permite evitar los obstáculos o, al menos, salvarlos, es su gran virtud política. Liberado de los grilletes de la ideología, puede tender su mano a quien le plazca.El Partido Popular ganará las elecciones de 2015. Quedará lejos de su actual resultado, pero el PSOE volverá a salir hundido de unas elecciones nacionales. Sólo él, Mariano Rajoy, puede formar Gobierno. UPyD o los nacionalistas. Y, si puede ser, con estos, que así sometemos, cree él, a la fiera. Pero eso sí, con el equipaje limpio de aznarismo. Hombres y mujeres sin bagaje, sin un pasado que recuerde que otro futuro le aguarda a España que no sea el de aferrarse a un sistema fracasado, que sólo saca lo peor de nuestro país, y que pone su continuidad en entredicho. Rajoy suelta el lastre aznarista, pilotando su zepelín.

.
Fondo newsletter