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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando a Podemos no le aplaude ni Sabina

29 de agosto de 2014

La reforma electoral de ámbito municipal que prepara el Gobierno está ya precipitando los movimientos del resto de las formaciones políticas, es decir, de las que no son ni PP ni PSOE. Las más antiguas de ellas llevan años clamando por una reforma electoral que mitigue el bipartidismo casi perfecto que opera en España y acabe con los privilegios que el actual sistema otorga a los partidos nacionalistas. Las críticas a la proporcionalidad radican en que no traslada, en su opinión, la representatividad de las urnas a las instituciones. Pero ahora que Izquierda Unida o Unión, Progreso y Democracia tienen la reforma a punto de caramelo, aunque sólo sea en el ámbito local, se ponen de uñas porque no es la reforma que quieren pese a que lo que argumentan es que no ha habido debate, no hay acuerdo, es precipitada ante la cita electoral de 2015 y responde al interés partidista del PP.

La reforma tendente a un sistema mayoritario es justo la contraria de la que pretenden los partidos medianos de implantación nacional porque fomenta el bipartidismo. Lo que Cayo Lara o Rosa Díez quisieran es un sistema proporcional de otra manera, en el que el reparto de escaños por circunscripciones no primara a los territorios de fuerte nacionalismo (País Vasco o Cataluña) en detrimento de otros (Madrid o Valencia) en los que sus resultados son mejores, pero les aportan pocos representantes, y que incluyera listas abiertas en lugar de las cerradas y bloqueadas que hoy se usan salvo en la elección al Senado (en la que los ciudadanos, por cierto, votan mayoritariamente la lista completa de una formación política como si las listas no fueran abiertas).

El caso es que, ante una reforma indeseada y limitada a lo local, tanto IU como UPyD están tomando medidas de emergencia ante la posibilidad de no conquistar ni una alcaldía en las próximas elecciones. UPyD ha decido estudiar de nuevo en un consejo extraordinario la posibilidad de integrar candidaturas únicas con Ciudadanos para sumar votos. La iniciativa, ejecutada a la fuerza por presión interna, ha sido aplaudida hasta por Alejo Vidal-Quadras que, tras abandonar el PP y fundar VOX para concurrir a las pasadas europeas, apoyaría esa ‘fusión’ electoral que, en su opinión, regenerara el sistema. IU por su parte mira salivando a Podemos tras el éxito de la formación de Pablo Iglesias en las elecciones al europarlamento: Julio Anguita también se ha sumado al apoyo que muchos miembros de la coalición han dado a la negociación con Podemos, y con Ganemos de Ada Colau, y con Equo, y con quien haga falta, para concurrir junto a las municipales de 2015 con reforma incluida y poder así conquistar alguna alcaldía de cierta relevancia.

Estas fusiones a la vista reducirían el pluralismo partidista español, especialmente acentuado en el ámbito local, pero restarían también fuerza al bipartidismo que se rearma para pasar de inmóvil a inamovible. La de Ciudadanos y UPyD parece más potente, más capaz y con más futuro. La de IU con los demás, en especial con Podemos, es más débil porque la formación de Pablo Iglesias que encarnó el éxito sorprendente luce ya fisuras y empieza a hacer aguas: primero fueron los círculos rebeldes (como el de las enfermeras), luego la Izquierda Anticapitalista, que los acusa de haberse ‘derechizado’, el periódico El País desmontando programa económicos, y más recientemente los ‘gurús’ de la izquierda Willy Toledo, que acusó a Podemos de tener un discurso vacío de contenido y de ideología, y Joaquín Sabina, que les ha instado a reciclarse y adaptarse al siglo XXI.

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