«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Les votamos con ‘b’ o con ‘v’?

16 de agosto de 2013

Lo difícil del periodista no es sólo descubrir la verdad –una aguja en un pajar–, sino pillar al mentiroso. El mentiroso tiene la habilidad de emparedar su mentira entre medias verdades. Sobre todo en democracia, en una sociedad libre y abierta, donde se supone reina el Estado de Derecho y los códigos de buen Gobierno y estamos algo sofronizados de buenismo acrítico. En el mundo totalitario estás alerta, con cien ojos, para que no te la metan doblada. Pero en el democrático el riesgo es mayor, porque bajas la guardia y las apariencias engañan.

¿A quién creer? ¿A Cospedal? ¿A Rajoy? ¿A Arenas? ¿A Bárcenas? ¿O giramos la cabeza y seguimos a Valenciano, como si fuera la garantía de la verdad? ¿PNV, CiU, Rosa Díez? ¿A quién? ¿De qué juez fiarse? ¿De Ruz, de Alaya, de Gómez Bermúdez? ¿Qué instancia es más inapelable, en la escala de la verdad? ¿Un Supremo que reparte indultos o que no ve delitos donde los había –como el de tráfico de influencias–? ¿Un Constitucional, viciado de origen, fotocopia togada del pasteleo partidista del Parlamento? ¿Un Tribunal de Cuentas, con dioptrías en todos sus ojos para detectar pufos contables? ¿La Corona, por ventura?

Y alzando la vista sobre los Pirineos, ¿nos podemos fiar de una Unión Europea que primero compró nuestra soberanía a golpe de fondos estructurales para que nuestra agricultura y pesca no compitieran con las suyas, y luego nos ha convertido en títeres de segunda en su exclusivo club?
¿A quién seguir cuando el cesto de las manzanas está como está y no puedes depositar tu confianza en nadie? ¿Qué salida le dejan al ciudadano, estafado, expoliado, frito a impuestos por un Estado que invade todas las esferas de la vida y le roba terreno a la sociedad “como los holandeses ganan terreno al mar” que decía Julián Marías?

¿Por qué el ciudadano sigue votando a quien le decepciona o a quien no ha cumplido sus promesas? ¿Inercia, cobardía? ¿Por qué sigue engañándose, haciéndose trampas en el solitario? ¿No es esa la peor forma de mentira: el autoengaño, el espejismo de seguir creyendo en lo que ya no merece crédito? ¿Carece de imaginación para decantarse por otra opción, tan legítima en una sociedad libre, como es la abstención? Abstención responsable, no absentismo, claro.

Una abstención generalizada dejaría en evidencia a una clase política autista y provocaría una suerte de bancarrota del sistema. ¿Existe otra solución? De hecho, la tendencia está incoada en los sondeos con el descrédito del Jano bipartidista… aunque los partidos liliputienses con ínfulas de Pepito Grillo que crecen a expensas del Gulliver anquilosado tampoco es que sean la panacea.

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