Hay mujeres en España que han ido a la cárcel porque sus maridos habían delinquido y compartían con ellos cuentas, o porque cobraron talones bancarios de los asuntos de ellos. Al final se ha impuesto lo lógico y es que la ciudadana Cristina de Borbón, por las actividades económicas que comparte con su marido, Iñaki Urdangarin, está imputada en delitos fiscales (2) y en blanqueo de capitales por los trasiegos de dinero de Nóos a Aizoon, la sociedad en la que era socia y administradora. “La ley debe ser igual para todos”, dijo una Navidad su padre, tras apreciar como “ilegales” los negocios de su marido.
Una cosa es que, a efectos fiscales, sea la ciudadana “00014” –cosa que no me gusta- y otra que participe en las actividades económicas de su marido y se vaya de rositas. Al fin y al cabo, todos sabemos que , sinsi Urdangarin hubiera llamado a las puertas pagadoras sin ella, Carlos García Revenga detrás, sin que el propio Rey Juan Carlos aconsejara a Rita Barberá (por ejemplo) que mantuviera unas palabritas con su yerno, su negocio no hubiera existido. Así que el respaldo de Cristina a los negocios cuestionados de su marido, no es cuestionable.
La verdadera sentencia sobre Cristina cayó con el discurso de su hermano, cuando el Rey Felipe VI dijo aquello de “el escrupuloso respeto a la independencia judicial”. Ahora vendrán los recursos, el del fiscal Pedro Horrac ya está preparado sobre la base de que “no hay elementos contra ella” y el de Miquel Roca, repetirá su argumentario sobre la falta de pruebas para imputar a la Infanta, en esos delitos que el instructor José Castro ve muy claros: obtuvo beneficio de los negocios de Iñaki y colaboró con ellos.
Ahora la “patata caliente” sube a la Audiencia de Palma. Castro ha acabado su trabajo con coherencia, apoyado en los últimos informes de la Agencia Tributaria; después de escuchar a Cristina de Borbón en declaración poco esclarecedora (a pesar de las 400 preguntas); ha cerrado la instrucción y se sienta tranquilo a esperar su jubilación.
El fiscal todavía no ha acabado, después de su irrupción en el star system con aquella entrevista en Vanity Fair, después de su giro copernicano: de acusador público a defensor de la Infanta, cualquier ascenso que pudiera merecer, será probablemente considerada como un premio a su colaboración.