-
El Congreso de los Diputados aprobó ayer definitivamente, con los únicos votos a favor del Partido Popular, la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce), la reforma impulsada por el ministro José Ignacio Wert que nace con el objetivo prioritario de que España deje de ser, de una vez por todas la vergüenza educativa de Europa.
La ley, que reforma parcialmente la LOE aprobada bajo el Gobierno socialista en 2006, incorpora entre otras novedades una nueva definición de las asignaturas, el establecimiento de pruebas externas al final de Secundaria y Bachillerato y la creación de una nueva FP básica que sustituye a los programas de cualificación profesional inicial. La Lomce, lejos de buscar la mediocridad del alumno y el anonimato de profesores y centros, pretende incentivar el esfuerzo de todos los protagonistas de la comunidad educativa, directivos, profesores y alumnos. Tan sólo eso ya está a años luz del planteamiento educativo de los últimos veinticinco años. Pero la Ley Wert, como ya ha sido bautizada, no toca los aspectos de fondo implantados por la Logse, causa principal de la catástrofe, a pesar de que la izquierda acuse al Gobierno de planear una regresión en el tiempo y haya reiterado su intención de hacer todo lo posible por que la Lomce sea derogada cuando el PP pierda su mayoría absoluta.
El resultado de dos décadas de pedagogía logsiana ha sido un desastre tal que difícilmente va a poder ser revertido con una reforma cosméticas como la que que se aprobó ayer. Porque la Lomce no es la ley que se esperaba, la que tendría que haber desmontado estos veinte años de errores malintencionados que tan profundamente se han insertado en el sistema. Las lagunas son numerosas: la Ley Wert deja intactas la enseñanza primaria, clave de todo el sistema; la formación de los maestros y la corta duración del Bachillerato. Además, jibariza las licenciaturas en grados, atribuye el máster de secundaria a los pedagogos que la destruyeron y perpetúa la universidad como la única institución sin control externo. Y para remate, la redacción final sanciona que las asignaturas no lingüísticas puedan impartirse “exclusivamente” en la lengua cooficial; es decir, la inmersión, aunque no la nombren así.
Por desgracia, es la segunda vez que el PP desaprovecha una mayoría absoluta para cambiar de raíz la enseñanza española. Y aun así, que esta Lomce se aplique es vital. Sus novedades (las reválidas, las troncales, la FP básica…) podrían dar aceptables resultados si, como corolario, se cambia de raíz el sistema de acceso a la enseñanza, actualmente en manos de los sindicatos y los departamentos universitarios.
