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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Ser liberal: un insulto a Trump, una alabanza sólo a cierto PP

21 de diciembre de 2016

Un hombre de extrema izquierda como el diputado de Podemos Eduardo Semprúanalizaba no hace mucho la gestión cultural de Rajoy desde 2011, que para él “ha sido una etapa negra desde cualquier perspectiva” y daba sus razones, los empleos o el IVA. Parecidas a las que por otro lado ha dadoIban García del Blanco, del PSOE. Pero todo lo que dice la izquierda de malo de la acción cultural del PP -como si hubiese habido una distinta de la de ellos- se lo ahorran al máximo representante de esa supuesta acción, el director general reconvertido en secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital, José María Lassalle.

Podemos critica con dureza en materia de Cultura, «la Ley de Propiedad Intelectual está tumbada, las sociedades de gestión de derechos de autor, ahogadas, se han perdido empleos en el sector…” Pero, matiza Semprún, «sé que la realidad con la que se ha encontrado Lassalle ha sido espantosa. No sé cómo hubiéramos soportado esa presión ninguno de nosotros. Sé que hay cosas que no han dependido de él… Mi opinión personal sobre Lassalle sigue siendo buena. Sé que tiene un talante genuinamente liberal, si es que eso cabe en el siglo XXI…». Y hete aquí que “liberal” dejó en este caso de ser insulto -para Jiménez Losantos siempre, y para Rajoy si alguna rara vez no es sumiso-, y se ha convertido en algo positivo dicho por alguien de la extrema izquierda. ¿Pero es que aún no estamos de acuerdo al definir “liberal”. 

El chico de Soraya Sáenz de Santamaría, tan poco amigo de José Ignacio Wert, es llamado “liberal” por gentes que, muy lejos de ser liberales, quieren decir que “ni es ni parece ni actúa nunca como si fuese de derechas”. Algo, obviamente, positivo para ellos, muy a la americana. ¿Igualmente positivo para el PP? ¿Y para sus votantes? Y en todo caso, ¿algo que ver con ser liberal en cualquier otro sentido?

Hablando del presidente Trump, el presidente Rajoy ha llegado a decir que «la democracia es una idea demasiado luminosa como para verla definitivamente oscurecida por la sombra populista». Como si la democracia fuese, y sólo fuese, lo que un cierto grupo de poseedores de la corrección política pudiese determinar. Pero a veces uno encuentra, incluso en España, respuestas sólidas a problemas tan difusos como éste. Un liberal español, Asensio Martínez Ortega, ha puesto por escrito en su nuevo libro Politikon las razones por las que él es liberal… y qué es ser liberal para un español de 2016 que no tiene complejos.

No diré demasiado del libro, porque no quiero privar a José María Lassalle y a sus amigos navarros del doble placer de leerlo -Anroc Ediciones, 2016, 180 p.- y de arrepentirse por no haber asistido a su presentación el día 14 dentro de los “Diálogos en Pamplona”. Pero el contexto convierte el liberalismo en un frente de batalla inevitable de la política española de nuestros días; y a un lado están los liberales sinceros (no sólo liberales en lo económico), y al otro que llaman “liberales” como mérito de los que se declaran enemigos de cualquier patriotismo español y de… cualquier verdadera libertad.

Es curiosa la ambivalencia de la palabra, ora positiva ora negativa según convenga, y en un país en el que muy a menudo demuestran ser más liberales, en el mejor sentido, los que rechazan serlo, y mucho menos los que presumen de serlo. En este segundo caso tenemos, por ejemplo, a un sedicente progresista como el presidente de la Cadena COPE, Fernando Giménez Barriocanal, que no hace mucho en el Fòrum de la Comunicació, impulsado por el Consell de l’Audiovisual de Catalunya, se ha arrepentido de lo que su cadena ha sido, y ha prometido «una dimensión menos politizada y más social». Así que éste, que diría de otros como loa que son “liberales”, demuestra no serlo el mismo. Y en cambio, Juan Manuel de Prada, que presume de ser antiliberal y antimoderno, además de progresista en lo social y reaccionario en lo moral, es liberal en los hechos, lo que los hombres progresistas y de izquierdas no suelen ser precisamente. Claro que qué puedo yo decir, si el liberal de más sólida formación intelectual del siglo XX fue, sin duda, Giovanni Gentile. ¿De verdad alguien cree que Antonio Gramsci, el comunista, fue más liberal que el ministro que creó la mejor escuela que Italia ha tenido?

En el siglo XXI un liberal -en el mejor sentido- no es el que promueve el aborto en Navarra, contra la voluntad de los mismos médicos, sino quien piensa que “no necesitamos más políticos profesionales, sino profesionales que dediquen una parte de su tiempo a la política”, como dice Asensio Martínez Ortega. Curiosamente, la verdadera libertad la defienden hoy los acusados desde el progresismo nihilista y materialista de ser reaccionarios, o cosas peores; y los enemigos de la libertad son los que se llena la boca de la palabra y la cartera de sus beneficios. Es esta realmente una batalla por la libertad, una batalla en la que no debemos dejarnos llevar por las palabras sino por los hechos, una batalla en la que no caben las viejas izquierdas y derechas, en la que nos alinearemos, de maneras a menudo sorprendentes, los que queremos la libertad frente a los que quieran la servidumbre a los señores y los principios que nos han traído hasta hoy.

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