«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Libertad dirigida

26 de octubre de 2015

Si observamos al ser humano contemporáneo a través de su pensamiento y su capacidad de reflexión acerca de la política, nuestra existencia pasa por dos estadios: uno en el que somos guiados en nuestros actos de forma inconsciente, y otro en el que nuestros actos son guiados siendo plenamente conscientes de ello. En el primero absorbemos la personalidad de nuestros padres y los usos que nos rodean dando por bueno todo lo que nos va impregnando. Sin cuestionar nada ni a nadie. En el segundo pasamos a ser partícipes de una escena con guión  preestablecido, en la que compramos a precio de saldo las pretensiones de terceros, adquiriendo en los más de los casos una  mercancía defectuosa.

Si durante 36 años de dictadura no tuvimos la necesidad de preocuparnos por quien ostentara el poder, tras la muerte del general Franco nos vimos en la obligación de elegir a la persona que manejara los destinos de España. Con el tiempo se demostró que la nueva función nos vino grande. Su consecuencia se ha materializado en el florecimiento de nuevas formaciones políticas que están consiguiendo granjearse el afecto de esperanzas traicionadas.  No puedo negar que llegados a este punto debo preguntarme acerca del grado de madurez democrática alcanzado. ¿Conocemos el verdadero significado de depositar un voto en una urna?

La estabilidad o variación de nuestras conductas, en el fondo y en la forma, tienen mucho que ver con nuestro concepto de cosmovisión y van directamente relacionadas con el mayor o menor empleo de nuestro tiempo en condimentar literariamente nuestra vida. Mal vamos si pretendemos conocer nuestra historia y el porqué de nuestros problemas por boca de políticos o medios de comunicación. Se hace indispensable, imprescindible, que la reflexión venga de cada uno de nosotros y volquemos nuestros esfuerzos en el reto del conocimiento. No se trata de saber de todo, sólo de tener una opinión medianamente formada sobre aquello que más nos afecta. Hablo de libertad. La dignidad de su ejercicio se viene desvirtuando desde tiempo inmemorial. Aún con más fuerza en éstos últimos por la propia dejadez del individuo, que no repara en el ultraje más que cuando le tocan la cartera. Ésta es la fase postrera. Es la consecuencia de haber menospreciado nuestra responsabilidad como ciudadanos, consintiendo la degradación de los principios básicos que debe regir nuestra vida.

Aspectos inherentes al individuo basados en el humanismo y su pertenencia a un conjunto idiosincrásico, han sido desplazados por una suerte de neoreglas que desprenden al ser humano de sus raíces más profundas, revelándolo como un sujeto al que moldear a partir de la ocultación de su propia verdad. Todo ello viene ocurriendo desde el advenimiento de la democracia. La compra al por mayor de dioses con pies de barro ha conseguido vaciarnos de emociones y criterios sensatos. Atendemos discursos estériles y consentimos con nuestro silencio el zapateo de todo aquello para lo que hemos sido creados. A cambio nos lo dan todo hecho. Nos prefieren autómatas sin criterio y promueven todos los medios a su alcance para evitar que salgamos del redil. La libertad no puede serlo si está dirigida. Sus enemigos tienen hoy a su alcance los mejores sistemas para llegar a la gente e imponerles una verdad, su verdad, que en tantas ocasiones se revuelve nociva.

El rechazo del humanismo y la abdicación respecto de la patria nos han convertido en grandes dependientes de decisiones que se cocinan fuera pero que nos tenemos que comer dentro, logrando el desplazamiento de nuestra esencia a favor de nuevas formas que en lugar de integrarse con lo ya existente, desplazan sin remedio aquello por lo que somos quienes somos.

Fondo newsletter