No es que sea un trabajo mal pagado, la verdad; tengo un buen sueldo y además cotizo a la seguridad social y hasta tengo un seguro sanitario internacional. No lo he utilizado nunca, soy una mujer fuerte, pero tranquiliza saber que está ahí al alcance de mi tarjetita. No debería quejarme. Muchas quisieran estar en mi lugar. Cuando pusieron la oferta de trabajo fue una avalancha de solicitudes la que llegó a la organización. No es que yo sea la mejor, no digo yo eso -bueno, un poco sí- sino que una vez me dieron el puesto, una tarde que no tenía mucho trabajo, a la hora del café, estuve hablando con la chica que estaba esos días en recepción y me comentó que fue una locura. Al final, como suele suceder en estos casos, a la hora de hablar de disponibilidad total para viajar empezaron muchas a echarse atrás. Quedamos algunas que habíamos trabajado en multinacionales y dos o tres más. Consideraron que yo era adecuada por ser responsable, estar acostumbrada a viajar, no tener enfermedades graves, ser discreta y no tener cargas familiares. Cuando firmé el contrato tuve que firmar unos documentos que me prohíben hablar, fotografiar y compartir información sobre mi trabajo e incluso tengo prohibido decir dónde estoy.
Mi jefe se llama Phil, bueno señor Coulson, no sé si puedo decirlo, creo que sí. Es muy bueno y duerme poco, así que siempre está disponible y nunca está en su dormitorio. Con la segunda de a bordo, la agente que pilota el avión donde vivimos, Melinda May, no me llevo igual de bien. No sé si le molesto, pero me mira de una manera que me atraviesa. Me da un poco de miedo, me intimida. Además, hay grandes leyendas sobre su época en la Academia. Los otros chicos son buenos, tan jóvenes que me pregunto si no echaran de menos a su familia; son muchos días montados en este avión y poniendo su vida en peligro para salvar al mundo. Ellos dicen que estar en S.H.I.E.L.D. es una suerte y que eso les hace ser los mejores, pero yo creo que tienen edad de estar conociendo a su pareja y preparándose para formar una familia en una casa bonita con vallas blancas y un gran jardín. ¿También debería yo soñar con niños y dos perros?
Al laboratorio no me dejan entrar nada más que con supervisión y veo en sus caras el miedo a que toque algo que no debo o no deje en la posición adecuada algunos de los miles de artefactos. Un día casi acciono una palanquita, era muy pequeña ¡qué iba yo a saber! ¡Fue sin querer!. Los vi contener la respiración y no me gritaron ni nada, pero el terror se reflejó en sus ojos.
Igual estoy contando cosas de más y yo no tendría que revelar nada de lo que sucede en mi puesto de trabajo, no lo creo porque yo soy muy discreta. Yo no sé que hago hablando si me queda mucho por limpiar. Creo que lo mejor es que cierre la boca, coja mi trapo y vuelva a la fregona.