«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Lo que cabe entre los extremos

16 de junio de 2023

La inminencia del calor neoclimático y las elecciones está produciendo un general aflojamiento de las meninges.

El delegado del gobierno en Madrid: «Bildu ha hecho más por España que los patriotas de pulsera», en loa de su aportación al estado de alarma.

La ministra Diana Morant lo enriqueció: «Nadie en España ha hecho más por Bildu que el PP». Si nadie ha hecho más por España que Bildu y nadie ha hecho más por Bildu que el PP, ¿qué están diciendo?

Los pactos PP-VOX provocan reacciones espasmódicas en izquierda y centro, es decir, lo que sale en los medios. La izquierda se juega el pan y lo da todo, y el centrismo mueve un poco la cejita porque, al fin y al cabo, pace ya en el PP y toca asumir los pactos. Si Macron suena como Xi Jinping, para ellos Vox ya no es para tanto y guardan en su estuche la palabra iliberal. Esta discusión es importante porque el centrismo hiperlegitimado es legitimador y en esta tesitura se desgaja: unos tiran a la izquierda, otros a la derecha; el centrismo se tensa así, muere y al morir… alguien ya lo echa de menos. ¿No estaría faltando otro partido centrista y muy demoliberal? Es como un artefacto infinito: la tercera España nace como ola del mar y muere repartida, incapaz de durar, pero al morir nace otra vez.

El inaugural pacto valenciano entre PP y Vox ha encendido todo y los papeles se reparten: unos son miserables con Flores Juberías, otros con Vicente Barrera.

Àngels Barceló (Cadena SER), una clásica, habló de «terrorismo machista» porque Juberías fue condenado por insultar a su mujer. Si la violencia psíquica es terrorismo, esto es Afganistán. En Onda Cero, el engañafebles de Alsina equiparó en su monólogo (los tertulianos reprimen sus muahahas) los «extremos», uno y otro.

Juberías es catedrático de constitucional y en su día denunció los excesos del Estado de Alarma que Bildu apoyaba homologando en el nuevo totalitarismo bio, tecno y global su viejo totalitarismo de caserío. Vicente Barrera es licenciado en derecho, pero el título no le va a servir de nada ante la intelectualidad. Poner a un torero patriota al frente de la cultura catalanizada de Valencia es una genialidad que por sí sola justificaría Vox, y que provoca un curioso movimiento en el mundo centrista. El cuerpo les pide sorna, pero en su impostura total de mortadelos de la cultura tampoco pueden ser más hirientes porque van por la vida de taurinos. El centrista español jetoncio agita el cubatita con los toreros, que a cambio de muy poco dan postura y cultura, así que tampoco pueden decir mucho de Barrera y andan ahí reprimiendo el meñique.

Se percibe la tensión en el centro. Está exigido. Se habla de los extremos, pero ¿y lo que hay entre los extremos? Es como si en el centrismo se tuvieran que ir decantando en función de lo grave que ahora mismo les parece Vox. Unos ya dicen que solo es castizo y gamberrote (revoltosillo), pero otros, claro, van más allá. Madina se puso serio en la SER: «Vox cree que hay gente que sobra» y entre esa gente mencionó a «la gente con piel de color negro». ¿Alguien ha escuchado alguna vez un comentario sobre pigmentación de Vox? Madina no es cualquier persona. En el centrismo la amistad es muy importante y él es la parte izquierdista de la amistad con Semper, los Montaigne-De la Boetie del PP-PSOE y Prisa-Atresmedia, una amistad-proyecto de país que ahora se tensaría por los pactos como la de Divac y Petrovic.

Pero Madina es mucho más. Es una voz autorizada para hablar de extremos porque fue la víctima de ETA con la indemnización más alta. Según la prensa de la época, la Audiencia Nacional le concedió tres millones de euros. La más cuantiosa por «daños físicos y psíquicos». Hay víctimas sin sentencia ni culpable conocido que no pasaron de los 250.000, pero su padecimiento exigió la máxima reparación porque se vio truncada su carrera deportiva en el lucrativo mundo del voleibol. No podemos decir que el sufrimiento de Madina fuera el más grande, pero sí que fue el que mayor esfuerzo exigió para ser compensado. Ningún sufrimiento mereció tanto, ningún resarcimiento. Por eso, por él habla, quiera o no, toda una estructura de victimología y reparación y lo que dice estaría destinado a tener un peso moral, expresión de una especie de escrupulosa dignidad colectiva que, a la vista está, no asoma. Su función no es señalar los polos, sino confundirlos.   

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