Casi en cualquier país del mundo cuando se le pregunta a los jóvenes con qué corriente política se identifican, la mayoría se asume de izquierda. El asunto tiene varias explicaciones, una de las más importantes es que la naturaleza del joven es ser rebelde, tienen la energía para cambiar el mundo y quieren hacerlo. Sueñan con ser héroes y la izquierda —falsamente— les ofrece eso.
Lo verdaderamente revolucionario es que cuando el presentador diga que está lloviendo, vayas afuera y veas si de verdad te mojas
Como todo lo que ofrece la izquierda, la etiqueta de revolucionario no es más que eso, una etiqueta que en la vida real no es cierta, una narrativa que han hecho popular pero que no tiene bases, solo venden humo. Si somos honestos no hay nada de revolucionario en ser de izquierda.
Lo que vemos a diario en la televisión, así como lo que leemos en los periódicos, no es más que la actualidad contada por la izquierda. Cada hecho que narran trae consigo las supuestas explicaciones que da la izquierda a todo lo que ocurre. Lo revolucionario no es repetir casi de memoria los monólogos y frases de los presentadores de televisión, lo verdaderamente revolucionario es que cuando el presentador diga que está lloviendo, vayas afuera y veas si de verdad te mojas.
Mientras tanto, las escuelas se han convertido prácticamente en centros de adoctrinamiento. Los niños escuchan toda clase de acusaciones contra el capitalismo pero además son contaminados con la ideología de la nueva izquierda que va desde enfrentar a negros contra blancos hasta decirle a niños de siete años que deben decidir si son hombre o mujer. No hay nada de rebelde en seguir al pie de la letra lo que durante años maestros y profesores de universidad les han dicho, sin siquiera tomarse la molestia de mirar a un lado y averiguar cuáles son las razones de los que piensan diferente.
Ya los «artistas» no buscan mover el alma y despertar sensaciones sublimes, sino adoctrinar
Incluso las más importantes universidades en Estados Unidos, que durante décadas tuvieron como principio defender la libertad de expresión y que alentaban debates entre intelectuales de diferentes corrientes, hoy se han alejado por completo de la búsqueda real del conocimiento, que no puede existir si no se permite el disenso y el debate.
El asunto es tan grave que lo que se suele catalogar como «ético» -lo socialmente aceptado como bueno en una sociedad- ha sido profundamente influenciado por la izquierda
Y qué decir de la cultura, del cine, la música, la literatura… Casi toda la industria del arte ha sido contaminada por las ideas de la izquierda. Ya los «artistas» no buscan mover el alma y despertar sensaciones sublimes, sino adoctrinar, porque además nos han dicho que todo debe tener una «función social» y, vaya sorpresa, la «función social» es adoctrinar a la gente en el socialismo y las ideas de la nueva izquierda.
El asunto es tan grave que lo que se suele catalogar como «ético» -lo socialmente aceptado como bueno en una sociedad- ha sido profundamente influenciado por la izquierda. Recuerdo que un amigo me dijo hace poco que la chica con la que salía le había cancelado una cita cuando supo que él no apoyaba a BLM (Black Lives Matter). La razón de este comportamiento es que la izquierda ha logrado que el concepto de ser «buena persona» sea asociado con su ideología. Por lo tanto hay quienes de verdad piensan que alguien de derecha no tiene empatía o compasión por los demás.
Lo verdaderamente revolucionario es ser de derecha, y ponerle la cara no solo a conocidos y amigos que te señalan por tus ideas
De modo que por estos días lo comúnmente aceptado es ser de centro o de izquierda, decir que se es de derecha ocasiona el rechazo de muchos grupos a los que la gente —sobre todo los jóvenes— quiere pertenecer. No hay absolutamente nada de revolucionario en ser de izquierda. Una vez más, la izquierda ha hecho creer una cosa cuando la realidad es todo lo contrario.
El cambio, así como la lucha por la verdad y la libertad, están en la derecha. En estos días lo verdaderamente revolucionario es ser de derecha, y ponerle la cara no solo a conocidos y amigos que te señalan por tus ideas, sino a todo un sistema que ha sido tomado por las élites izquierdistas, un sistema en el que puedes perder tu trabajo o arruinar tu carrera por disentir.