«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los gestos en el adiós del Rey

18 de junio de 2014

El solemne acto de sanción de la Ley de Abdicación ha sido una sucesión de gestos cargados de simbolismo, sin palabras, que no eran necesarias. Es cierto que estaba así previsto, pero ha resultado más emotivo de lo que cabía esperar.

Don Juan Carlos y Doña Sofía han llegado al Salón de Columnas del Palacio Real junto a los Príncipes de Asturias y las Infantas Leonor y Sofía. Les esperaban la Infanta Doña Elena, impecable de rojo, y las hermanas del Rey. Doña Letizia ha acompañado a sus hijas hasta las sillas reservadas para ellas junto a su tía y luego se ha dirigido a su sitio, al lado del Príncipe y junto a los Reyes. Primero, ha ejercido de madre.

Tras la rúbrica del Rey y del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que han intercambiado unas breves palabras, don Juan Carlos se ha abrazado a su hijo en lo que parecía ser el gesto anunciado que había de sustituir a las palabras que no se iban a pronunciar más allá de la lectura de la ley sancionada. Pero tras el abrazo filial ha llegado la simbólica cesión del asiento, el  gesto esperado por el que el padre dejaba su silla al hijo. Y los aplausos se han convertido en ovación mientras el Príncipe consultaba con su padre si quería que las nietas se acercaran a darle un beso. Y se han acercado a besar al Rey con tanta efusividad que lo han sentado en la silla, en directo, porque en las repeticiones de la televisión pública se han cuidado mucho de que no viéramos más el momento.

 

Largo y emotivo homenaje de los asistentes al acto solemne para concluir la sanción de una ley histórica que abre el proceso sucesorio que culminará este jueves con la proclamación de Felipe VI, a quien el Rey ya ha abrazado y cedido el asiento.

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