«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Los intelectuales de la Iberosfera

10 de noviembre de 2020

Quedamos en que una divisa particular del mundo de los hispanos o latinos (también de Francia y de Italia) es la presencia pública de los “intelectuales” propiamente dichos. Como es sabido, el sustantivo “intelectual” lo lanzó Zola en Francia a finales del siglo XIX. Por esas mismas fechas, lo importaron a España Miguel de Unamuno (1864-1936) y Emilia Pardo Bazán (1859-1921). Fueron, cronológicamente, los dos primeros intelectuales españoles. Deben distinguirse los “pensadores”, más académicos o filosóficos, quedando más los intelectuales para un papel periodístico, divulgador y político.

Naturalmente, los intelectuales y pensadores de la Iberosfera son de su padre y de su madre, esto es, de variadas afiliaciones ideológicas. No obstante, lo peculiar (respecto a otras culturas) es su faceta elitista. En su día, se etiquetó como “arielista”, por el influyente libro, Ariel, del uruguayo Jose Enrique Rodó (1871-1917). A lo largo del siglo XX, sus representantes más conspicuos pueden ser el portugués Fernando Pessoa (1888-1935), el español José Ortega y Gasset (1883-1955) y el colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994). Se podrían agregar otros muchos. El factor común de todos ellos es un cierto regusto esteticista, un estilo conceptista o aticista, una actitud de espectadores. En definitiva, son espíritus cultivados, exquisitos y agudos. Es natural que adopten una estudiada distancia respecto del vulgo ignaro, aunque sea el que protagonice el poder político o social. Son cumplidores del célebre apóstrofe del español Juan Ramón Jiménez (1881-1958): “A la minoría siempre”. Otro exquisito.

El más original, elitista y valioso es Gómez Dávila […] el intelectual puro, desprendido de los perifollos del poder político y social.

De todos los citados, el menos conocido (por su carácter reservado y ágrafo), pero el más original, elitista y valioso, es Gómez Dávila. Representa lo más personal de la cultura hispana o latina, el intelectual puro, desprendido de los perifollos del poder político y social. Viene a ser, en lo estilístico, una especie de Baltasar Gracián (1601-1658) redivivo, con el látigo de sus aforismos. Sorprenden por su frescura, en su manifestación de una persona tranquila, que no se inmuta, practicante de la ataraxia. Véanse algunos de sus aforismos o “escolios” del egregio colombiano: “Pagaría con gusto para no hacer la mayoría de las cosas que los demás pagan por hacerlas”. (p 1.180 de su “biblia”, Escolios a un texto implícito. Girona: Atalaya, 2005). “Con mis actuales compatriotas solo comparto el pasaporte” (p. 1.182). “Las auténticas recompensas tienen el privilegio de no ser codiciadas sino por diminutas minorías” (p. 1.204).

Se demuestra que, muchos de los actuales comentaristas del periodismo digital o de otras versiones, en el mundo de la Iberosfera, siguen las trazas de la exquisita minoría intelectual dicha. No es una calificación desdeñosa. Menos aún, si se identifica a esta pléyade como “reaccionarios” o con el sonsonete de “fascistas”. Esos son ya, flatus vocis (ventosidades del habla), proyectiles para el cultivo del resentimiento. Equivalen a los voquibles escatológicos, que suelen emitir los mozalbetes de toda condición. Porque estos intelectuales exquisitos sufren el desdén de la turba de letraheridos, sedicentemente, progresistas.

Habría que explicar el hecho estadístico de que, en el dominio de la Iberosfera, tenga tanta preeminencia la minoría exquisita, a la que me refiero. La interpretación más cabal la atribuyo a un rasgo estructural de las sociedades en las que se mueve. Se podría concretar en un artículo no escrito de las respectivas Constituciones: “En caso de tener que otorgar algún reconocimiento público, se seleccionará a una persona mediocre, complaciente con los que mandan en todos los órdenes”. Equivale al “hombre masa”, según Ortega y Gasset. Representa el objeto de desprecio por parte de la intelectualidad exquisita. Al menos en España (el país de mis padecimientos), ese precepto constitucional no escrito se cumple con manifiesta aplicación. Es lo que explica la llamativa ausencia del menester científico, el auge de la progresía adocenada.

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