«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los jóvenes de hoy me aburren

9 de marzo de 2014

Los jóvenes de hoy en día me cargan. Y no porque no me lo pase bien con ellos una noche de copas o en una divertida cena. Que os aburre la política, vosotros sí que aburrís con vuestros constantes gimoteos.

Me aburre el eterno victimismo del joven actual. Se queja por el tiempo que le ha tocado vivir, por no encontrar trabajo, por el futuro incierto que les espera, por determinadas injusticias sociales, por la lucha de no sé qué causas perdidas. Vamos, “mucho lirili y poco lerele”. Deberían aplicarse aquello de “hechos, no palabras”.

Trabajar en periodismo tiene el curioso imán de que muchos de tus allegados se te acerca y saca temas de conversación francamente interesantes. Que si la prima de riesgo, que si la corrupción, que si la independencia  de la justicia. Buscan incluso fascinados tu opinión sobre asuntos polémicos como la deriva separatista en Cataluña o el futuro de no sé qué partido. Uno, humildemente, habla de todo lo que se le requiera encantado de la vida e intentando respetar todas las opiniones.

El problema es lo efímero de estas conversaciones. A lo sumo a esa cena le acompaña algún post en facebook con alguna reflexión, o alguna cadena de mails de algún tema solidario. Nada más. Luego cae en el olvido. Tanta muestra de inquietud, de indignación…  para qué, si luego cae en el sueño de los justos.

Se quejan de la corrupción y de tanto chorizo, pero no ven ninguna de las tertulias políticas que ahora anegan las televisiones; braman contra su destino, pero su única obsesión es que llegue el fin de semana para forrarse a copas; protestan contra el oprobio al indefenso, pero no les veo ni en Cáritas ni en ninguna otra ONG de ayuda al necesitado; alucinan con la belleza de alguna película de denuncia social, pero al día siguiente corren un tupido velo ante ese ficticio dolor.

En otro lugar de la estantería juvenil se sitúan los que directamente pasan de todo. Como si la vida no fuera con ellos; como si el desahucio de una ancianita les fuera indiferente; como si las penurias de una familia por no llegar a fin de mes fuera una película de ficción. Ellos, pese a que no lo sepan, también son responsables de cómo está nuestro país.

No hay que pretender que toda la juventud española mute en clones de Albert Rivera.  Nuestros núbiles deben saber que tenemos la clase política que queremos tener y que de su pasotismo deriva el choriceo de unos pocos. No hay que pretender que salgan todas las tardes a la calle a protestar ni que aneguen las plazas con pancartas. Tan sólo con que materialicen sus aspiraciones, inquietudes y sueños, bastaría. Se acabó aquello de “voy a votar lo menos malo”, hay que iniciar la hora de voto lo que quiero, y si no lo hay, lucho por ello.    

 

.
Fondo newsletter