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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los Juegos del hombre

23 de agosto de 2016

Estos Juegos Olímpicos de Río 2016 nos dejan varias lecciones de superación, errores que cuestan medallas y mucho dinero repartido en bolsillos de quienes ni siquiera corren para pillar el autobús. El olimpismo está en entredicho y solamente se mantiene con vida porque la épica de ciertos deportistas nos hace olvidar que somos humanos y nos mete de lleno en la batalla por el oro, el dorado nos ciega y nos hace perder el sentido.

Sobornos para conceder sedes de mundiales de fútbol, de olimpiadas o de torneos internacionales, honorables miembros de comités y federaciones, manchados como el niño que salta en los charcos. Federaciones enteras acusadas de dopaje de Estado, con agencias de espionaje trabajando en productos de última generación que provoquen a sus deportistas un punto extra de fuerza y recuperación.

He de reconocer que empecé por no querer ver los Juegos en televisión, al menos no en directo, pero al final sucumbí al inevitable deseo de ganar, de ganar al francés, al americano, a las rusas o a la china. Da igual, el caso es que ver a un compatriota tuyo luchando para que tu bandera suba a lo más alto, tu himno suene con fuerza y tu te vayas a la cama pensando que tienes la enorme suerte de vivir en el país que tiene al mejor en… da igual, en lo que sea. No quería ver los juegos de la corrupción y de la infamia rusa, pero al final estaba Nadal en la pantalla y subía el volumen. No quería ver estos juegos de la mala organización y de las prisas, pero luego estaban nuestros “ÑBA” y me sacaba una cerveza con unas patatas y los veía. No quería pero lo hice. Es inevitable resistirse a contemplar la batalla.

Pero debemos pensar realmente qué significa todo esto, porque está muy bien que ganemos medallas en tenis o baloncesto (sobretodo en baloncesto, porque tenemos una generación de señores que son un ejemplo de humildad, esfuerzo, coraje y educación), digo que está muy bien ganar en deportes colectivos o en individuales de pelota, pero ¿qué pasa con el atletismo?, porque las olimpiadas van de esto, de atletas, de atletismo. Y en eso, señores, España no se come un colín. Hemos sacado la cara un pelín por Ruth Beitia, pero de no ser por ella, nos vamos a casa haciendo un cero zapatero.

Un país como España debe apostar más, mucho más por unas becas realistas en la consecución de algo más importante que un medallero, más importante que un himno. Debemos organizar un sistema de becas universitarias que formen a los jóvenes en cuerpo y mente, como se hace en otros países que revientan los medalleros. Es verdad que solamente tenemos 45 millones de habitantes y USA tiene 300, pero Gran Bretaña tiene 61 millones y ha sacado 67 medallas. Nos queremos comparar muchas veces a los alemanes, vale, pues ellos han sacado las mismas medallas que nosotros…¡pero todas de oro!, en total han sacado 42. Y no, para mi eso no es lo importante, para mí lo que cuenta es lo que hay detrás, el apoyo a los deportistas desde la base universitaria, sin programas especiales ni patrocinios, directamente las becas de las Universidades, con buenos campus deportivos y entrenadores.

No se trata de meterle en la cuenta bancaria 94.000 € al que gana un oro, porque en USA solamente les dan 20.000 $ y la cultura deportiva en cada estado es brutal, incluso la prensa dedica páginas a las competiciones locales. Hay que fomentar el deporte como un complemento en la vida, que nadie tenga que elegir entre “ser” deportista o dedicarse a su profesión. Que se pueda seguir un camino paralelo y competir mientras se pueda y luego que cada uno decida. Las becas ADO están bien porque aseguran una renta de dos años, pero a los que ya han conseguido llegar. Lo que nos debería preocupar es el “cómo llegan”.

Nadal, los jugadores de baloncesto, los de balonmano o incluso nuestra heroína onubense, se han hecho grandes por sus propios medios, conquistando ligas, torneos y campeonatos internacionales como profesionales. Llegan a los Juegos como deportistas de élite porque viven de ello y están reconocidos ya como tales. Pero ese chaval que salta muy bien en el colegio, que luego en la universidad es un fenómeno porque tiene unas aptitudes inmejorables para el deporte… ¿cómo llega a unas olimpiadas?. La cuerda se rompe si no da el paso y se mete en un club profesional, y es algo que tiene que ser así, no lo discuto, pero podría ser mejor, podría completarse con una estructura estatal que catapulte y fomente el atletismo y otros deportes.

Me da envidia Gran Bretaña con su segunda posición en el medallero, pero me da mas envidia pensar la cantidad de iniciativas que habrá detrás de esos éxitos. No creo que el sistema de concesión de fondos estatales sea la solución, aunque si hablamos exclusivamente de conseguir metales, está claro que funciona. El sistema de Gran Bretaña es simple, si ganas hay más fondos y si pierdes te los recorto, eso provoca que las federaciones se pongan las pilas. Lo administra un departamento llamado “UK Sports” que es quien gestiona el presupuesto (75% de la lotería y 25% del estado vía impuestos). Todos conocemos el refrán “con buena picha…” y digo esto porque las estimaciones de The Guardian han sido que cada medalla les ha venido a costar aproximadamente unos 6 millones de euros entre salarios, preparadores, máquinas, viajes, etc.

Pero volviendo a la cuestión, me queda ese sabor agridulce de saber que estoy viendo una competición basada en unos principios que se saltan a la torera si el que es pillado haciendo trampas es Rusia y no un país pequeñito. Que se conceden las sedes con supuestos casos de soborno (veremos como acaba lo de Tokio) pero que me emociono viendo a nuestros deportistas sufrir y vencer, incluso me emociono con otros deportistas de otros países, porque para los que amamos el deporte, cualquier competición es bonita. La imagen de Bolt mirando a su izquierda como quien otea el horizonte, el equipo de baloncesto USA que cuando aprieta un poco aparecen señores que matan el aro por todos lados y el bigotón de Coloma agarrando sus “motivos” por los que ganó el bronce, son momentos que solamente una competición así puede ofrecer.

Bienvenidos a los Juegos del hombre, que con sus defectos y sus virtudes, no son olímpicos, pero si terrenales.

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