«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu

Los llantos hipócritas de la izquierda tuitera

11 de diciembre de 2024

Hace un mes, apenas concluido el espectáculo de las elecciones estadounidenses, presenciamos como daba comienzo otro nuevo show en el cenagoso mundo de internet y las redes sociales. Se trata de un de éxodo de usuarios, de la red social de Elon Musk, antes denominada Twitter, hoy X.

Ya desde 2022, esa red social ha estado situada en el centro de numerosas controversias alimentadas por ciertos sectores de la izquierda y bajo diversas formas de boicot. Pero fue con el comienzo de la campaña de las últimas elecciones estadounidenses, cuando la situación se recrudeció y desde entonces se está dando un «sabotaje» más organizado. Cientos de influencers, organizaciones y autoproclamados artistas están abandonando la plataforma entre su dosis habitual de lloros y pataletas, arrastrando consigo a decenas de miles de usuarios. Hasta ahora, las críticas a la nueva propiedad de X se limitaban a temas como «promover la proliferación de desinformación, toxicidad, extremismo, racismo, etc.», pero el apoyo abierto de Elon Musk a Donald Trump ha sido la gota que colmó el vaso.

Desde sus posiciones acusan a la plataforma de ser un «peligro para la democracia», ya que se ha transformado en «un lugar de propaganda salvaje y de odio político». Así, hemos sido testigos en las últimas semanas de la salida de la red social, con mensajes de incitación a seguir sus pasos, de personalidades relevantes en el extranjero como las actrices Barbara Streisand y Jamie Lee Curtis, el director Guillermo del Toro, el inversor y empresario Mark Cuban o el escritor Stephen King. Además, el periódico inglés The Guardian, uno de los más importantes e influyentes del mundo, ha anunciado que ya no publicará más contenido en la plataforma. En España, el diario La Vanguardia no ha tardado en seguir su estela y lo mismo ha hecho una institución cultural como el Institut Ramon Llull, la periodista Àngels Barceló o Sumar, que ha anunciado que seguirá publicando en la plataforma de forma esporádica pero sólo «para desmentir bulos».

Aunque algunas de las demandas promovidas por este movimiento de protesta como la intromisión de gigantes privados en los asuntos públicos pueden ser genuinamente compartidas, resulta cuando menos hipócrita que la iniciativa haya apuntado de manera exclusiva al multimillonario sudafricano y no hacia los millares de empresarios que se han comprometido políticamente a favor del Partido Demócrata. O tampoco en contra de la movilización de Meta, bajo presión de la Casa Blanca, para censurar contenidos y perfiles considerados incómodos. Tampoco se les vio muy agitados cuando el mismo Twitter, antes del cambio de propiedad, aplicó una abierta represión sobre contenidos relacionados con el COVID.

Resulta evidente al final de todo este asunto que cuando una red social concede una elevada, aunque no completa, libertad de expresión a todos sus usuarios —a diferencia de otras que si censuran de una manera obscena—, toda la izquierda y la internacional progresista, que acostumbra a marcar las reglas en otros ámbitos, simplemente deja de «jugar». Sin embargo, para su desgracia, a pesar de los abandonos y las distancias tomadas, el juego parece seguir su curso con absoluta tranquilidad. De hecho, en estos momentos, X es la aplicación, dentro de la categoría de «noticias», más descargada en los portales de aplicaciones españoles y estadounidenses. Y todo ello, a pesar del gran vacío que deja Àngels Barceló.

Fondo newsletter