«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Socio-Director de Eurogroup Human Resources.Orgulloso de colaborar con Intereconomía desde abril de 2012."""
Socio-Director de Eurogroup Human Resources.Orgulloso de colaborar con Intereconomía desde abril de 2012."""

Los políticos: ‘nuevos ricos’ en la España de la desigualdad

10 de abril de 2015

Es probable que las principales economías del mundo tengan que soportar un “estancamiento secular”, es decir, un prolongado periodo de tiempo acompañado de bajas tasas de crecimiento económico. 

Puesto que los efectos de la última crisis económico-financiera internacional han sido más dañinos que los producidos por otras crisis anteriores y todo ello ha provocado una ralentización del ritmo de crecimiento económico “post crisis”. 

Por tanto, la expansión de la economía a nivel mundial, una vez que  definitiva y realmente demos por finalizada esta devastadora crisis, podría producirse de forma mucho más desacelerada.

Y la economía española no permanecerá ajena a este fenómeno. Máxime, tanto en cuanto la “particular” crisis que ha asolado a España ha sido más  nociva que la sufrida por determinados países de nuestro entorno. Y, además, la crisis española se produjo de forma diferente y debido a una combinación de causas. 

Porque para explicar el origen de la crisis en nuestro país es necesario centrarse tanto en las causas exógenas e internacionales de tipo económico-financiero como en la conjunción de tres factores endógenos: corrupción política-judicial, malversación de caudales públicos y despilfarro del dinero de todos los españoles por parte de la casta política.   

En relación con lo anterior, España actualmente tiene un doble handicap, puesto que este probable y duradero estancamiento económico constituye un problema que impide reducir nuestra económicamente insostenible e impagable deuda pública. Y a ello hay que añadirle que la casta no tiene ninguna intención de reducir el gasto público-político, sobre todo, en las autonomías, aunque el mismo esté aumentando incontrolablemente la deuda y dilapidando los impuestos. (Cataluña es el ejemplo más flagrante).  

En este sentido, nuestro país únicamente podría salir de este atolladero  reformando estructural y globalmente nuestro sistema político-económico, que en la actualidad posee un perfil parasitario, subvencionado, clientelar, comisionista, socialmente desigual y, en definitiva, corrupto. 

Las inversiones públicas que deberían destinarse al ‘Sistema de Protección Social’ se convierten en gasto político. Tanto es así que si no se hiciera tal reforma, la desigualdad en España seguiría creciendo imparablemente, sobre todo, teniendo en cuenta que nuestro Estado del bienestar cada vez se encuentra más deteriorado, en base a que la prioridad de los dos últimos gobiernos ha consistido en detraer recursos públicos del sistema de protección social para destinarlos a costear el mantenimiento de la corrupta partitocracia.

Y aunque es cierto que la reforma laboral del Gobierno del PP está permitiendo la creación de empleo, incluso con un crecimiento económico ínfimo, no es menos cierto que este “nuevo empleo” potencia aún más la desigualdad, en función de que el mismo es precario, salarialmente bajo (seiscientoseurista), temporal, sin valor añadido y, por ende, tercermundista.

Además, existen otros dos factores adicionales que, igualmente, están incrementando la desigualdad en España. Y son los siguientes:

Los abusivos y confiscatorios impuestos, que por una parte sostienen al Estado clientelar y a la casta pero por otra empobrecen o arruinan a las familias, las pymes y los autónomos. 

Y la corrupta política de subvenciones, utilizada por la partitocracia como instrumento de redistribución de la pobreza o, mejor dicho, de concentración de la riqueza en unas pocas manos (las de los políticos y sus allegados), y como herramienta para comprar votos clientelares. 

Por si esto fuera poco, la hucha de las pensiones cada vez tiene menor peso y, por consiguiente, el cobro de las mismas por parte de las próximas generaciones de pensionistas no está garantizado. Debido a este motivo, el efecto de la desigualdad también puede llegar en la vejez.  

Consecuentemente, estas causas, entre otras, están creando un “círculo vicioso de desigualdad” en España y, por consiguiente, nuestra pirámide social se está reconfigurando, dando lugar fundamentalmente a dos estratos sociales super diferenciados. 

En el vértice, se han situado los “nuevos ricos”, que son los políticos, y los mega ricos, es decir, los financieros asociados al gobierno de turno. 

Y en la base, los parados, los autónomos en sus diferentes modalidades y, en general, millones de españoles, cuyos salarios descienden progresivamente.

La desigualdad en España no la ha producido el capitalismo, tal como determinados grupos de interés proclaman torciceramente, sino que por el contrario, la ha creado el super intervencionismo estatal y el “capitalismo de amiguetes” instaurado por la casta político-sindical y sus socios, los lobbys del IBEX-35. (Algunos de ellos, representantes de los oligopolios y monopolios energéticos, petroleros y gasísticos, y guardianes de las denominadas “puertas giratorias”).

Si no cambiamos radicalmente nuestro corrupto sistema político-económico, los españoles cada vez estaremos más alejados los unos de los otros a nivel económico, social, educativo, etc., pudiendo llegar a conformar una sociedad al estilo sudamericano…  

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