«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""

Los señores Underwood

19 de marzo de 2014

Lo veo venir por el pasillo, viene de hablar con él y no está siquiera levemente azorado. Es la única persona del Capitolio que no se amedrenta ante la figura del presidente de los Estados Unidos. No es falta de respeto, supongo, es que considera que están en el mismo escalafón, incluso podría decirse que se siente superior a él. Ni siquiera Linda Vasquez, desde su puesto de jefe de Gabinete y mano derecha del presidente, tiene la soltura con la que el congresista Frank Underwood se mueve delante de quien, no sólo es su jefe del Partido Demócrata, sino el hombre más poderoso del mundo.

Va a pasar por delante de mi mesa, como tantas veces. Siempre lo hace sin verme, mejor así, pero estoy segura de que si estuviera delante, si tuviera la mala suerte de que me llamara a su despacho, él sabría toda mi vida, mi expediente académico y hasta el color de mi ropa interior. El congresista -y jefe de la Disciplina- es un ser omnisapiente que ejerce de todopoderoso, y esto lo logra sólo o doblegando voluntades ajenas. Me da mucho miedo. Quisiera ser transparente a su paso.

Las leyendas cuentan que nunca se ha dejado ganar por nadie, quizás ha habido personas que le han incomodado, pero ha sido poco tiempo, porque desaparecen como por arte de magia. Siempre consigue lo que quiere y dicen que no tiene talón de Aquiles. Rumorean que tiene una relación con una periodista, pero no lo creo, y si fuera así, supongo que no por romanticismo, sino por beneficio personal.

Su esposa, no es más que la otra parte de la sociedad limitada que disfrazan de unidad familiar. Es una preciosa mujer madura, firme y amenazadora. Personalmente me parece cruel, y si la veo acercarse, huyo al cuarto de baño. Antes de evitarla, siempre me fijo en sus zapatos. La señora Underwood suele llevar unos elegantes Louboutin altísimos, discretos pero llenos de clase, que acompaña con unos trajes de corte clásico a los que le da un aire personal indiscutible. Nadie viste como ella. Calculo que su look diario puede ser la mitad de mi sueldo. En los pasillos le critican el dispendio personal, siendo ella directora de una organización sin ánimo de lucro, su aspecto es de consumismo atroz.

Son un matrimonio cruel y manipulador. No tienen escrúpulos y su naturaleza es vengativa. Yo me di cuenta pero no dije nada. He oído cosas que me costarían caro si se supiera que las he escuchado. Por eso sé que son grandes en la política nacional, porque utilizan no solo todos los recursos económicos, sino también los emocionales, sexuales y psicológicos. Él es un Hannibal Lecter y ella la malvada reina Grimhilde. Y yo, por mi propia seguridad, quiero ser el Hombre Invisible.

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