Los comunistas han roto su matrimonio civil y sin hijos con los socialistas en Andalucía, pero sólo por un rato. Terminarán volviendo a casa, como Claire Underwood regresa a Washington después de su fuga a Nueva York, de ese ataque de dignidad con mezcla de celos y necesidad de mimos que la lleva a coger un tren con lo puesto para refugiarse en los brazos del amante fotógrafo. Deja aparcada a la mujer de congresista que ha elegido ser para convertirse sólo unos días en la compañera de cama, fiesta, libertad y desenfado que decidió no ser.
A los de IU también les ha dado un ataque de dignidad cuando los del PSOE les han quitado las competencias en adjudicación de viviendas públicas después del escándalo de realojar ‘okupas’ saltándose una lista de espera de 12.000 personas. Francis ‘Frank’ Underwood le había quitado a su mujer un millón y medio de dólares en donativos para la fundación que ella dirige y no había logrado resolverle un problemilla en la frontera de Sudán.
Los acuerdos programáticos de Sevilla y los matrimonios de interés en Washington se rompen por el mismo sitio: incumplimiento de la contraprestación acordada. Pero también se recomponen de idéntica manera cuando la oferta económica o política alcanza de nuevo la categoría de tentadora y desbanca al desamor ideológico o romántico.
Cuatro whatsapps o dos reuniones de crisis después, las cosas vuelven a su sitio. A menos que el cónyuge que ha provocado la crisis -el congresista en el Capitolio o Susana Díaz en el Palacio de San Telmo- decida que hay opciones más rentables a sus matrimonios de conveniencia con quién ha roto, sólo de momento, la relación -Claire en la ficción o los comunistas en la política andaluza-. Si la presidenta de la Junta cree que puede ganar en las urnas y gobernar en solitario, no permitirá que IU vuelva a la cama de matrimonio y convocará elecciones anticipadas. Si el divorcio o la viudedad aportan alguna ventaja a Frank Underwood en su carrera a la Casa Blanca, ya puede la actriz Robin Wright olvidarse de su papel protagonista junto a Kevin Spacey en House of Cards, la serie más desagarrada sobre política que, de momento, hemos visto.