«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Luz al final del túnel catalán

17 de octubre de 2013

    El memorial de agravios de 50 páginas que presentó el portavoz de la Generalidad de Cataluña, y que fue recibido por muchos medios de comunicación del resto de España con una mezcla de indignación, ironía y hasta cierta guasa, es a nuestro modo de ver una buena noticia: por fin los dirigentes políticos catalanes han decidido hablar un lenguaje inteligible por el Gobierno, en vez de apelar a valores inmateriales imposibles de medir o cuantificar, como la voluntad, los sentimientos o el despecho. Gracias a estos cincuenta folios puede ser posible que los políticos de Cataluña salgan de la dinámica soberanista con destino a ninguna parte en que se habían metido.

    Nos atreveríamos a decir que, conscientes de que la secesión de España es sencillamente impracticable y puede ser suicida, han resuelto exponer sus desencuentros de manera parecida a como en la vida privada se consiguen zanjar tantos litigios, en los que se puede pensar en una solución a partir del momento en que las distintas posiciones pueden expresarse en términos cuantificables y, por consiguiente, negociables.

    Esto no quiere decir en modo alguno que el mundo de lo intangible –los sentimientos, deseos, amores y desamores– quede también resuelto como por ensalmo. Se saldrá meramente del punto muerto si se consigue establecer alguna clase de negociación en términos comprensibles (y por tanto susceptibles de ser aceptados) por todos, pero hará falta mucho tiempo, y sin garantías de éxito, para que un acuerdo monetario vaya acompañado de una relación de afecto, pues heridas de este tipo, que suelen ser recíprocas, se alientan y se encienden con facilidad, pero tardan años en restañarse.

    Del talento del Gobierno depende que la atención a esta llamada de auxilio se produzca de forma que los administradores autonómicos puedan salir del atolladero sin ser humillados. La amenaza de Duran i Lleida, ayer en el Congreso, con una declaración unilateral de independencia si no se atiende a las reclamaciones de la Generalidad, fue una torpeza pueril probablemente proferida por el dirigente de Unió para cubrirse ante sus correligionarios, aunque esto le haya costado toda esperanza de ser ministro; por eso a nuestro entender hay que tomarla en clave de solicitud de una salida digna del atasco. Ahora bien, la deseable negociación del “memorial de agravios” catalán deberá ser todo lo dura que haga falta para desembocar en un acuerdo justo: no puede ser un paripé como los que tanto gustaban a los Gobiernos de Zapatero, sino que tiene que ser seria, verdadera y, sobre todo, justa con el conjunto de los españoles. Sólo así podrá iniciarse el camino, ciertamente difícil, de vuelta a la normalidad.
 

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