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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Macron, de repente

4 de junio de 2023

Se diluye Ciudadanos, que hace nada era avanzadilla española del eurocentrismo liberal de Macron. Rivera, el Macron nuestro, ya no está, y el macronismo ibérico busca cobijo en el PP. Macron mismo ya no es el que era y está diciendo cosas bastante distintas que aquí, por lo que sea (aunque sabemos qué es) no se tienen muy en cuenta.

No han recibido la atención que merecen dos frases recientes suyas. Hace unas semanas: «Los europeos no tenemos vocación de convertirnos en consumidores de la industria de Estados Unidos». Fue en el contexto más amplio de una defensa de la política industrial. En un tímido desperezamiento geopolítico, posible aun en Francia, Macron relacionaba industria y soberanía, pedía mirar a China como inspiración y hasta una pausa regulatoria medioambiental para dar un respiro al sector productivo. Con ello, Macron superaba el marco retórico del libre comercio y los precios bajos hacia un entendimiento más amplio y estatalista de lo económico.

Macron es proteiforme, va cambiando (en esto sigue siendo modelo europeo del centrista: el jeta mutante, el cambiachaquetas consumado), y esta última transformación se ha producido con motivo del Covid y Ucrania. En esta coyuntura, Europa pierde un poquito su ingenuidad y Macron aprovecha la oportunidad para abandonar lo naif.

La otra frase la dijo hace unos días, con motivo de una oleada de crímenes en su país: «Francia está en proceso de volverse salvaje, como un fenómeno de descivilización». Se ha aclarado pronto que la descivilización no hacía referencia a elementos o valores culturales sino a una noción sociológica que entiende la civilización como ausencia de violencia y autocontrol individual.

Aunque no se trate de la civilización cultural (peligroso derechismo) sí implica un concepto civilizatorio y otro de orden, tanto o más importante. Al fin y al cabo, la civilización sociológica macronista, la de Norbert Elias, se refiere originalmente a la extensión social del autocontrol cortesano, y por tanto, en cierto modo, a la generalización de valores elitistas y superiores que ahora se estarían perdiendo por causas no del todo aclaradas. En cualquier caso, esto supera ya el mero formalismo republicano y aquel lenguaje optimista de la ciudadanía administrativa.

Y lo curioso es que este Macron, que era referente contra el populismo democrático anglosajón trumpiano o del Brexit, supera ahora el mero liberalismo económico y habla de salvaguarda civilizacional, pero al hacer lo primero mira a China y al hacer lo segundo pide orden (proverbial es la dureza de las porras policiales macronistas), y en este súbito industrialismo y énfasis no cultural en el orden, la Europa macroní pasa del eurocentrismo liberal a una querencia china indisimulada, que aquí en España (reflejo de tendencias) empieza a tener un eco en el garicano-ponsismo, representantes del giro del eurocentrismo al eurochinismo o eurocinismo tecnodespótico, empaquetados e incuestionables (con marchamo otanero) los valores socioliberales. Macron, de repente, nos muestra ese salto, mutación centrista o fino birlibirloque.

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