La Comunidad de Madrid no sólo es la región de España con los impuestos más bajos, sino que pretende seguir siéndolo. El anuncio por parte de Ignacio González de un nuevo paquete de rebajas fiscales para 2014 preludia un presupuesto genuinamente austero, en el que el protagonista no será el político, sino el contribuyente. La bajada que ha anticipado González es de 1,6 puntos en el tramo autonómico del IRPF, de un punto en el impuesto de transmisiones patrimoniales, del 25% en el de Actos Jurídicos Documentados y la devolución del céntimo sanitario a los profesionales del transporte.
No es una bajada de impuestos cualquiera, es la mayor de la historia de las autonomías. El tipo de transmisiones patrimoniales, por ejemplo, se va a quedar en el 6%, el más bajo con diferencia de toda España. Respecto al IRPF, si Madrid ya disfrutaba de los tipos más bajos, los tendrá menores en 2014. En la capital el tramo marginal –el de mayores ingresos– será del 51,5%, mientras que en Cataluña, Asturias y Andalucía es del 56%. Algo idéntico sucede en la parte inferior de la tabla. De hecho los más beneficiados por la rebaja serán los de rentas más bajas. Todos los madrileños cuyas rentas del trabajo sean inferiores a 17.707 euros al año tributarán el año próximo un 6,7% menos.
El presidente estima que el ahorro para los contribuyentes madrileños será del orden de unos 375 millones de euros, lo que arroja un promedio de más de 60 euros por habitante. Una cantidad apreciable que, en el caso de una familia de cuatro personas en la que tribute sólo uno de sus miembros, será de cerca de 250 euros sólo el año que viene. Las bajadas de impuestos son quizá el mejor revulsivo para reanimar una economía. Todo ese dinero que los madrileños retendrán en su bolsillo no se quedará ahí, irá directo a consumo o a ahorro, dos actividades muy necesarias en estos tiempos de crisis. El consumo reactiva inmediatamente la economía, el ahorro pone los cimientos de la prosperidad futura. El quid de la cuestión es que deben ser los ciudadanos y no el Estado quienes decidan en función de sus propios intereses a qué dedican sus recursos.
Los sucesivos Gobiernos de la Comunidad de Madrid han entendido que los únicos que pueden encender el motor de nuestra alicaída economía son quienes mejor la conocen, quienes la ponen en marcha cada mañana tomando decisiones de consumo e inversión. Ahí es donde primeramente se va a notar el pequeño excedente de dinero del que van a disponer los madrileños desde el año próximo. La mayor disponibilidad de fondos por parte de los ciudadanos repercutirá directamente en el comercio y, sobre todo, en la creación de nuevas empresas. La renovada actividad traerá más recaudación y la salvaguarda de los servicios públicos esenciales, cerrándose así un círculo virtuoso en el que debimos entrar hace tiempo. Un círculo que ya se dio en la etapa de Gobierno de José María Aznar, cuando se fueron bajando impuestos al tiempo que aumentaban las recaudaciones.
Las lecciones de la Comunidad de Madrid deberían aprenderse no sólo en otras comunidades autónomas, sino también en el mismo Gobierno central, que sigue empeñado en mantener una de las fiscalidades más duras de Europa. La coartada de Moncloa es que subir los impuestos es la única salida que les ha quedado tras encontrarse el Estado semiquebrado tras la segunda legislatura de Zapatero. El diagnóstico es bueno, no así el remedio. Y sirva como ejemplo Madrid, una comunidad que aporta más que ninguna otra a las arcas de Hacienda y que, no contenta con eso, es de las que mejor está sorteando la crisis económica. De Madrid el consejo, y no sólo en cuestiones fiscales.