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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Marañón, el republicano arrepentido

20 de junio de 2014

Encastillado en su cigarral, casi era más monumento que hombre. Catedral en vida, le llamó González Ruano, que era uno de los que peregrinaba a esa casa toledana, como en aquel entonces lo hacían todos, porque al ser Gregorio Marañón maestro en tantas disciplinas era muy heterogéneo el grupo de sus discípulos. Y muy numeroso. Iban a visitar al médico que aprendió de Ramón y Cajal, al historiador que matriculó en la escuela Menéndez Pelayo, al escritor que trató a Galdós, al científico que conoció y apreció Freud, al intelectual y pensador amigo de Ortega y de Unamuno, al liberal moderado e ilustrado en definitiva, una especie que siempre ha escaseado en la península.

Jovencísimo se convirtió en una eminencia médica. Los tribunales que leyeron sus primeros trabajos no podían creer que hubiesen sido realizados por alguien que aún no había terminado la carrera. Su aporte a la endocrinología le proporciona renombre internacional, pero en su esquela, por indicación suya, sólo habría de ponerGregorio Marañón, médico. Con perspectiva científica se acercó a la biografía de personajes históricos (Antonio Pérez, Enrique IV), o incluso de ficción, como el Don Juan, a quien derriba como mito de la virilidad y expone como ejemplo de que el trato frecuente de la dama acaba afeminando.

Nada veleta, él se casó con Lola Moya, quien le dio cuatro hijos y toda la estabilidad familiar que necesitan los hombres sacrificados al trabajo intelectual. Donde no encontró paz fue en la política. Llegó a formar parte de los últimos gobiernos liberales antes de la llegada de la dictadura Primo de Rivera; después incluso estuvo preso, un mes, por involucrarse en una conspiración conocida como la sanjuanada. Y por fin, a pesar de su proximidad a Alfonso XIII (o quien sabe si por eso mismo) fundó con Ortega la Agrupación de Intelectuales al servicio de la República.

Pero resulta que en España las repúblicas no se dejan servir tan fácilmente. Aquel 14 de abril de 1931 mientras en casa de Marañón, Romanones y Alcalá Zamora acordaban la marcha del rey, las turbas incendiaban iglesias y conventos, dejando claro la naturaleza revolucionaria del nuevo régimen.

Marañón rechazó varias ofertas para incorporarse a distintos gobiernos, y después del golpe del 18 de julio huyó de Madrid horrorizado, cuando su nombre empezaba a barajarse en los papeles de las checas, y muchos de sus amigos y colaboradores ya habían sido asesinados. En este punto coincide su biografía con la de Donoso Cortés, porque siendo los dos liberales ilustrados y moderados, es la vista de los horrores revolucionarios lo que les transforma.

Durante su exilio en París contribuye a la causa del general Franco con artículos y entrevistas. En ellos, aunque no niega que en los dos bandos enfrentados se han cometido graves errores, no duda en responsabilizar a la izquierda como culpable del conflicto: Esa constante mentira comunista es lo más irritante de los rojos. Por no someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad, es por lo que estoy contento de mi actitud»

Después de la guerra regresó a España, donde aún viviría mucho tiempo, refugiado en ese cigarral toledano, convertido casi en un monumento, en la estatua que conmemora a un liberalismo que ya nadie recuerda.

 

 

 

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