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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Margallo en su salsa

16 de septiembre de 2014

Este martes parece el día de san Margallo. El ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación acostumbra a regalar a la Prensa titulares jugosos sobre la más rabiosa actualidad aunque ésta nada tenga que ver con su cartera o sobre los asuntos clásicos de su ministerio vengan o no a cuento. Tiene así Margallo dos obsesiones desde que se sienta en el Palacio de Santa Cruz: Gibraltar y Cataluña.

Se estrenó José Manuel García Margallo en su puesto espetándole un sonoro «Gibraltar, español» a un eurodiputado británico y no se muerde la lengua cada vez que tiene ocasión de hablar sobre Cataluña. La última ha sido al asegurar que el Gobierno utilizará todas las herramientas legales a su alcance, incluida la suspensión de la autonomía catalana, para evitar que se celebre la consulta independentista el 9 de noviembre. También ha dicho que el Gobierno estudia modificar el código penal para calificar como acciones terroristas la participación en conflictos en el extranjero. Pero por esto último no es por lo que le han llamado incendiario, bravucón, antidemocrático y fanático. Por lo que hasta le han preguntado si prevé el envío de tanques es por el asunto de aplicar «sólo la ley pero toda la ley» frente a la consulta catalana.

El ministro se ha mostrado sorprendido por la reacción y no le faltan motivos. Porque el que le hayan pedido, como ha hecho el PSOE, que no eche más leña al fuego por referirse al marco de la Constitución y de la leyes es sorprendente. Que a Margallo no le compete Cataluña de forma directa es cierto como lo es que la suspensión de la autonomía es la bicha que nadie quiere mentar, pero que está recogida en el artículo 155 de la vigente Constitución. No es necesario que el ministro de Asuntos Exteriores se manifieste sobre la la consulta independentista que promueve el nacionalismo catalán, pero lo que ha dicho no es ningún disparate sino que es tan sonoro y cierto como su inaugural «Gibraltar, español».

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