«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Mariano y la catástrofe

23 de septiembre de 2014

Qué gran novela va a salir del ocaso de Rajoy, porque las grandes traiciones suelen alumbrar finales magníficos, donde el lector no deja de disfrutar viendo como los demonios internos acaban devorando al judas de cada historia. Mariano acabará retirado en algún pazo de la Galicia profunda, con un acceso escarpado, quizá con un arroyo alrededor de los muros y un pequeño puente que se levante por las noches. Y comprobando en persona, cada atardecer, el cierre de puertas y ventanas, temeroso hasta de su sombra alta y desgarbada, cuando ya ni los puros le sirvan para nublarse la conciencia.

Por supuesto que Arriola y los sorayos, tan motivados, han llevado el peso de esta conducción forzosa del partido hacia el socialismo. De hecho serán ellos los que disfruten de nuevo PP, y no tardarán en mirar al presidente como miraba Suárez a Torcuato Fernández Miranda, contando los segundos para decir quítate tú, anciano, que ya me pongo yo, que soy joven y lista y salgo en las revistas. El sorayismo -con Alonso a la cabeza- ya estádiseñando una campaña electoral dirigida a los huestes sociatas de Felipe y Guerra, al progresismo caviar que ha pastoreado Janli Cebrián hasta ponerlo a los pies de la vicepresidente, en pago de la deuda que ella le ha recolocado. En la Moraleja van a arrasar. Hasta es probable que Soraya Sáenz de Santamaría esté ensayando su discurso de investidura, porque ha sido lo suficientemente astuta como para no retratarse en la polémica sobre la ley de Gallardón, obligando que sea el propio Mariano el que tenga que anunciar que su gobierno traiciona de nuevo a sus electores, a sus militantes y a su partido. Que los ha traicionado a todos. Al gobierno de Rajoy sólo le queda erigir una estatua a ZP, como piedra angular del nuevo Partido Popular.

Pobre Mariano, destinado al pazo perdido y a la ignominia, porque la derecha española va a señalarle como el hombre que rompiósu partido entregándoselo a los progres, liquidando el último resto de la herencia de Aznar, y consiguiendo que en el PP se pueda afiliar Bibiana Aído, que estará pensado que ya podían haberla dejado de ministra, que Ana Mato ha hecho lo mismo que ella pero con una desagradable cara de vinagre, como si en todo momento se acordara del Jaguar que la Gürtel le compró a su marido. Quizá allí, con Correa y Bárcenas, empezó todo. Cuando los militantes del Partido Popular supieron que su presidente le mandaba mensajitos de apoyo al tesorero apandador, debieron sospechar que esa connivencia con la corrupción no era un hecho aislado. En aquellos papeles donde se llevaban la cuenta de las corbatas de Rajoy, se retrataba al hombre destinado a romper el Partido Popular, a dar continuidad a la paz falsa de Zapatero y a llevarnos a todos al borde de otra ruptura aún mayor. Sólo parecía cobardón e indolente, pero el registrador de Santa Pola ha resultado ser una catástrofe.

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