Obligado por el resacón de las urnas,Ā Rajoy consiguió vencer su natural desprecio por la prensa y comparecer ante los medios. Esa ha sido su Ćŗnica victoria de la semana, porque por lo demĆ”s no ha conseguido ganar ni en Santander, que es como si los republicanos perdieran en Utah.Ā
El presidente intervenĆa para desactivar el murmullo de descontento que empezaba a escucharse dentro y fuera del partido, en cada sede y en cada editorial de prensa. Consiguió exactamente lo contrario, o sea que salvando las benditas distancias hizo el papel de Ceaucescu en la plaza central de Bucarest, cuando el rumano se dignó a presentarse ante el pueblo para prometerle migajas, propiciando que lo que debĆa ser una manifestación de apoyo para clausurar la crisis se convirtiera en una bronca monumental que liquidaba su liderazgo. AquĆ igual, antes de queĀ Rajoy acabara su intervención ya se escuchaban los abucheos de los barones, incapaces de entender que el presidente mantuviera un discurso inmovilista -el mismo que les ha llevado a la catĆ”strofe- y se multiplicaban los āmemesā y las metĆ”foras sobre āEl hundimientoā, esa pelĆcula del bĆŗnker de BerlĆn donde Hitler ordena movimientos a divisiones que ya no existen. El gallego, por supuesto, ni se imagina estos paralelismos con dictadores totalitarios, y se debe ver mĆ”s como Churchill -que despuĆ©s de ganar la guerra comprobó como los suyos le mandaban al rincón de pensar- porque sigue convencido que el haber evitado el rescate es los mĆ”s parecido a la batalla de Inglaterra.Ā De hecho, aunque ya no fume puros, sigue conservando otros cĆ©lebres hĆ”bitos del polĆtico inglĆ©s.Ā
Ya dicen que el virus de la soledad que habita la Moncloa le ha contaminado demasiado pronto. Poco mĆ”s de tres aƱos de gobierno y ya puede contemplar como se le cuestiona casi con crueldad, en un irritante ādeja vuā de lo que le sucedió en 2008, despuĆ©s de la segunda derrota contra ZP y antes del congreso de Valencia.Ā A lo mejor ahora se anima a sĆ mismo -pensando que de aquella tormenta logró salir triunfante- y se ve capaz de repetir la proeza.Ā Se lo van a poner muy difĆcil. En su partido se multiplican las guerras y los pronunciamientos, en un todos contra todos casi imposible de seguir, con ese tufillo fraticida de ucedĆ©. Feijóo y los suyos cargan contra Mariano acusĆ”ndole de haber acudido a Aznar en la campaƱa, algo que consideran un error histórico; a su vez los restos del aznarismo -Herrera y Rudi- no le perdonan la cacerĆa a la que han sido sometidos este tiempo, e incluso se permiten proponer nombres para el recambio; Aguirre estĆ” descontrolada, amenazando con refundar el PP āliberal-conservadorā, exhibiendo las cifras que le benefician en su duelo al sol con Cifuentes, que la primera perdió āsóloā un 25% de los votos, y la segunda -a pesar de que se presenta como la Ćŗnica triunfadora de la noche- se dejó todo un tercio en las cunetas del domingo. MĆ”s realistas, otros barones con resultados parecidos y que estaban llamados a la sucesión natural ya estĆ”n entonando el ahĆ os quedĆ”is, que no hay quien os aguante. Soraya a su bola, confiando en que con ayuda de CebriĆ”n lograrĆ” convencer los poderosos del Ibex para que la designen heredera del caos, liderando en noviembre un gobierno de estabilidad PP-PSOE -que esa es la apuesta de los poderosos- y culminar asĆ su sueƱo de Iznogud, el visir que querĆa ser califa en lugar del califa. Tampoco podĆa faltar Arenas incordiando, equivocĆ”ndose y malmetiendo -que es lo suyo- aunque sus puƱaladas a Cospedal ni siquiera son necesarias, porque la secretaria general sólo estĆ” decidiendo si opta por inmolarse o por esperar al motorista. Vamos, que aquello mĆ”s que un partido parece un panteón. Ahora, entre las tumbas polĆticas de sus rivales -todos internos- se pasea Mariano en plan Tenorio, todavĆa desafiante, sin un Ć”pice de arrepentimiento. Y asĆ no hay manera de salvarse.