En el homenaje discreto que, según cuenta El Confidencial Digital, tributó un centenar de amigos al ya ex presidente del Tribunal Constitucional Pascual Sala, el ex ministro de Justicia Fernando Ledesma señaló que entre las cosas que le unían al homenajeado estaba su común pertenencia a la masonería. La cosa tiene su picante periodístico, como lo tiene el que el abogado Francisco Navarrete destacase en el mismo homenaje que Sala recuperó símbolos masónicos en el Supremo, cuyos presidentes hasta 1940, según dijo, fueron todos masones.Recuerdo que en cierta ocasión un viejo amigo mío masón, Fritz Steinberg, el hombre de la Fundación Naumann en España en los años de la Transición, cordial y hablador, se quejaba de los masones españoles por lo indisciplinados que eran, porque andaban a la greña entre ellos y organizativamente eran un desastre. Yo pensaba que los motivos de queja de Fritz provenían más de que fueran españoles que de su masonería, pero tengo para mí que hay también otros rasgos que distinguen a los masones españoles de otros europeos y americanos, como, por ejemplo, ese odio irracional –ellos, que tanto se las dan de su espíritu racional– a todo lo que tenga que ver con la Iglesia.Suelen decir que eso es cosa del pasado, pero cuando se presenta alguna ocasión de demostrarlo, acaban enseñando la patita: y ahí tenemos a Pascual Sala usando su voto de calidad para declarar inconstitucional la facultad de la Iglesia de erigir Universidades en España sin pasar por el fielato de la autoridad civil. Y veo yo a doctos próceres como Zapatero investidos de autoridad para fiscalizar si merece ser una Universidad la fundada por la Iglesia, que se inventó hace centurias la institución universitaria. En fin: masones españoles.
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