«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Itxu Díaz (La Coruña, 1981) es periodista y escritor. En España ha trabajado en prensa, radio y televisión. Inició su andadura periodística fundando la revista Popes80 y la agencia de noticias Dicax Press. Más tarde fue director adjunto de La Gaceta y director de The Objective y Neupic. En Estados Unidos es autor en la legendaria revista conservadora National Review, firma semalmente una columna satírica en The American Spectator, The Western Journal y en Diario Las Américas, y es colaborador habitual de The Daily Beast, The Washington Times, The Federalist, The Daily Caller, o The American Conservative. Licenciado en Sociología, ha sido también asesor del Ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, y ha publicado anteriormente nueve libros: desde obras de humor como Yo maté a un gurú de Internet o Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti, hasta antologías de columnas como El siglo no ha empezado aún, la crónica de almas Dios siempre llama mil veces, o la historia sentimental del pop español Nos vimos en los bares. Todo iba bien, un ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, es su nuevo libro.
Itxu Díaz (La Coruña, 1981) es periodista y escritor. En España ha trabajado en prensa, radio y televisión. Inició su andadura periodística fundando la revista Popes80 y la agencia de noticias Dicax Press. Más tarde fue director adjunto de La Gaceta y director de The Objective y Neupic. En Estados Unidos es autor en la legendaria revista conservadora National Review, firma semalmente una columna satírica en The American Spectator, The Western Journal y en Diario Las Américas, y es colaborador habitual de The Daily Beast, The Washington Times, The Federalist, The Daily Caller, o The American Conservative. Licenciado en Sociología, ha sido también asesor del Ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, y ha publicado anteriormente nueve libros: desde obras de humor como Yo maté a un gurú de Internet o Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti, hasta antologías de columnas como El siglo no ha empezado aún, la crónica de almas Dios siempre llama mil veces, o la historia sentimental del pop español Nos vimos en los bares. Todo iba bien, un ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, es su nuevo libro.

Matar a Iker

14 de noviembre de 2024

El mayor espectáculo de manipulación de la historia moderna se produjo el 11 de marzo de 2004 y lo llevó a cabo la oposición con sus periodistas afines, que iban a pasarse cuatro años más en el dique seco y de pronto vieron la posibilidad de pescar en las aguas revueltas del atentado. Funcionó, pescaron con el «pásalo», y nadie les pidió cuentas. La inmunidad de algunos, ya sabes. La gran diferencia es que entonces nadie pudo publicar una cronología como la que ha hecho Iker Jiménez, porque las tres capas de calzoncillos no formaban parte de una continuidad informativa incierta sino de una desvergonzada trola.

En medio de la pésima gestión del Gobierno en el 11M, a nadie se le ocurrió ocultar la cifra de víctimas; pocas horas después del atentado conocíamos el número exacto de fallecidos y una aproximación bastante fidedigna de los heridos. Dos semanas después de las inundaciones, nadie se cree la cifra de fallecidos, que apenas se ha actualizado desde los primeros momentos, lo que significaría el milagro de que, tras remover toneladas de escombros, no haya aparecido casi ningún cuerpo más, algo demasiado feliz como para ser cierto.

Pero la verdad no vale nada desde que Sánchez preside el Gobierno de la Mentira. Cuando hace unos meses, asediado por investigaciones judiciales y mediáticas, decidió impulsar su plan contra las fake news, su único objetivo era silenciar a aquellos periodistas que todavía se atreven a hacer su trabajo y buscar la verdad. Primero nos amedrentó con leyes mordaza, después lanzó en las redes una legión de trolls comprada vaya usted a saber con qué fondos, y finalmente convenció a sus terminales mediáticas para que practicaran el linchamiento personal de los disidentes. En esa diana hoy está Iker Jiménez.

Toda mi aproximación al cosmos del misterio en el que se ha movido el célebre periodista fue una visita años atrás al psiquiátrico abandonado de Toén, para hacer un reportaje bastante lovecraftiano para La Región. Antes de que se me hiciera de noche allí dentro y entrara en pánico, nunca quise llevar la soledad del escritor tan lejos, los campesinos del lugar me aseguraban que tiempo atrás había estado el equipo de Iker Jiménez grabando psicofonías. No sé si Cuarto Milenio estuvo allí o no, yo tenía bastante con encontrar la maldita salida sin pisar ninguna rata. Fue mi primer y último reportaje de terror.

En cambio, sí he seguido a Iker Jiménez en los últimos tiempos, rasgando las costuras de la posverdad en asuntos de actualidad. Y, como casi toda España, lo he seguido de cerca estos días durante el drama de Valencia. El principal error del periodista no ha sido publicar un tuit insistiendo en la misma idea que repetían todos los medios que ahora pretenden lapidarlo, sino contar aquello que el Gobierno quería ocultar.

Para entender la campaña de linchamiento que le han montado, hay que retroceder en el tiempo. Iker Jiménez ya se había ganado la enemistad del Gobierno años atrás, tanto por desvelar o comentar asuntos que disgustan al presidente, como —sobre todo— por su inmensa capacidad de influencia. En el criterio del Narciso, vuelvo a decirlo, no importa la verdad o la mentira, sino la cantidad de gente ante la que quede en evidencia; y con Iker Jiménez, con una gran cantidad de fans a sus espaldas, el daño de sus denuncias era demasiado grande para un orgullo de piel fina como el del presidente; para colmo, no tiene el perfil facilón preferido del Gobierno, ese periodista sin bagaje al que puedes destrozar tildándolo «fascista». Él es otra cosa y hace meses que tenía la certeza de que intentarían expulsarlo de la vida pública.

La avalancha lleva el inconfundible sello monclovita, porque se ha producido en los mismos términos que contempla el plan de Sánchez para silenciar a los opositores. Desde la denuncia directa, hasta el equipo de opinión sincronizada, pasando por la destrucción personal y profesional de su buen nombre a través del torrente de bots, y concluyendo con la misma estrategia que busca su ley mordaza: la asfixia económica. Ahí tienes la retirada de la publicidad de ING que se produce después de que lo exigieran cientos de trolls en las redes; y apuesto un brazo que, junto a los trolls, hubo alguna otra sugerencia mafiosa de las enmoquetadas alturas. Lo lamento por el banco porque el tiro le está saliendo por la culata y ahora hay un montón de usuarios dándose de baja; asombra ver cómo la correcta gestión de las crisis de reputación sigue siendo la asignatura pendiente de tantas corporaciones. A propósito, ¿ING ha retirado su publicidad de todos los otros medios que aparecen en el video de la cronología con la que el de Cuarto Milenio se hadefendido de sus conspiradores? Entonces ya lo hemos entendido todo.

No tengo el gusto de conocer a Iker Jiménez ni he trabajado con él y, como he explicado antes, ni siquiera le he seguido de cerca durante tantos años de sucesos paranormales. Por eso puedo escribir en libertad que ha estado haciendo un trabajo impecable a pie de campo en Valencia, y que ha intentado ser —con aciertos y errores, como cualquiera que informe en vivo desde la zona cero de un desastre— un faro de luz en medio del telón mediático de oscuridad decretado por el Gobierno. Con todo, yo de Sánchez mediría esta guerra porque, sin conocerlo, tengo para mí que no va a rendirse fácilmente.

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