«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

Maternidad en solitario por elección

19 de octubre de 2024

Se ha puesto de moda ser madre en solitario por elección. De todo lo que he leído y visto al respecto veo que se trata de mujeres que siempre han tenido clarísimo desde jovencitas que querían ser madres solteras, otras que han llegado a una edad sin una relación estable y deciden afrontar la maternidad en solitario — expresión muy manida y muy cursi — e incluso mujeres con pareja que no han querido que su hijo tenga un padre. Este último caso no es un juicio mío, es que lo dicen así: hay muchas madres que no quieren que su hijo tenga un padre. 

En primer lugar, existe en todas un patrón común que es el del hijo como proyecto vital personalísimo. Me llamó mucha la atención una mujer que debía de ser bastante conocida — yo no tenía el gusto — que decía con una frivolidad alarmante que ser madre soltera es «comodísimo» porque lo que es un rollo es tener que tomar decisiones en común con otra persona. Ella quería hacer de/con su hijo lo que le parecía y compartir esa personita con un señor hubiera sido un conflicto permanente. ¿Y quién quiere vivir en pelea pudiendo hacer lo que a una le da la real gana con su hijo sin discutir con nadie? Ser madre en pareja parecía sugerirle un condominio insoportable.  Como el que tiene que compartir la mansión de los abuelos con sus hermanos. Esta fue la primera entrevista que vi y lo que me llevó a leer y meterme en este pequeño mundo — cada vez mayor — de mujeres que son madres solas por elección, que se llaman a sí mismas empoderadas y luego se tratan entre ellas como heroínas. Ellas sí que saben y no están dispuestas a compartir su gran aventura de familia monomarental con nadie que estropee un plan que en su cabeza es perfecto, pero que tiene nombre y apellidos y toda una vida por delante llena de incertidumbres y necesidades.

Permítanme un pequeño inciso: lo del hijo como proyecto personal no se da sólo entre madres solteras. Tengo la sensación de que, en muchos casos, se ha distorsionado la naturalidad de la maternidad y la paternidad y se ha convertido en una especie de plan particular para crear el niño o la niña perfecta que muchos hubieran querido ser y no han sido. Tenemos entre nosotros a muchos convencidos de que su aspiración de construir un ser perfecto es realizable. Lo cierto es que el tortazo que les dará la vida será antológico cuando se den cuenta de que eso no es posible. Nuestros hijos son seres libres, como lo hemos sido nosotros, y se equivocarán tanto como nosotros o, simplemente, serán algo diferente de lo que nuestro proyecto perfecto contemplaba.Termino el inciso.

Volviendo a la maternidad en solitario por elección, para este tipo de mujeres el padre no deja de ser más que el gameto necesario para que el hecho biológico del embarazo se produzca. En todas las entrevistas que he visto y leído se preguntan entre ellas con mucho interés cómo lo han conseguido — el gameto —, como el que consigue la llave Allen correcta. «Y tú ¿dónde la has comprado?». La interpelada contaba que tenía dos hijos. Uno lo había tenido por la Seguridad Social y otro en la privada. Supongo que al hijo/a obtenido en la sanidad pública le habrá puesto por nombre Irenemontero o Pabloiglesias, en su caso, y al segundo/a, Cayetano/a.

Para su información, les diré que la Seguridad Social — usted y yo — financia sólo un hijo si se es menor de 40 años y según los requisitos de cada comunidad autónoma. Si se quiere tener más hijos, ya se lo tiene que pagar usted por la privada y viene a costar unos 1.500,00€ — decía una —, si todo va muy bien. Supongo que habrá casos que cuesten auténticos dinerales.

Pero claro, no todo es perfecto, a pesar de que se reafirman en su elección. Existen los problemas logísticos y domésticos con los que nos encontramos todos. Enfermedades, recoger a los niños del colegio, llevarlos al médico y mil situaciones que todos los que somos padres conocemos. En estos casos, decía la madre de dos hijos, «es necesario echar mano de la tribu». La tribu pueden ser tus padres, tus hermanos, tu vecina, tu amiga, la de la tienda o quien sea. Gente que ayude, pero que no haga condominio. Porque el gameto no va a venir en tu ayuda ni falta que hace. Ellas viven bien sin hombres o con hombres que no interfieran en su proyecto personal, se bastan y se sobran.

En un momento de uno de los programas que he visto, la entrevistadora — también madre sola por elección — se pregunta si los hijos echan de menos la figura del padre. Menos mal. Empezaba a preguntarme si además de tanto empoderamiento, heroicidad, tribu y proyecto personal importaban las necesidades psicológicas de los niños. Conectan con una chica de 18 años a la cual le preguntan si alguna vez ha echado en falta tener padre. Ella contesta en 30 segundos que nunca, que está muy bien así. «Muchas gracias por tu testimonio». Termina la conexión. «Ya ven», concluye la presentadora feliz. 

En esta pequeña aproximación a un asunto que da para mucho más que un artículo de opinión y después de ver mil vídeos, artículos y entrevistas me pregunto por qué muchas mujeres que seguramente se declaran comunitaristas y colectivistas — a tenor de lo que he visto, no me lo estoy inventando — han entendido que el feminismo consiste en excluir por completo al hombre de sus vidas y se comportan como auténticas individualistas en su peor versión.

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