A pesar de la LOGSE, a pesar del embrutecimiento generalizado, a pesar de la analfabetización que, a marchas forzadas, se ha apoderado de la clase media española, a pesar del continuo y sistemático falseamiento y demonización de nuestra propia historia, la serie de televisión de moda va sobre Isabel la Católica. Nadie lo hubiese dicho hace sólo un par de años. La reina yacía en el fondo de una oscura cripta cerrada por un centenar de llaves desde que a los pirracas de la Transición les dio por identificar su figura con Franco. Es cierto que el régimen, especialmente en sus primeros tiempos, dio mucho el coñazo con los momentos estelares de la historia de España, pero ése era el signo de los tiempos. El franquismo necesitaba legitimarse de alguna manera y escogió esa misma, la de enlazar sentimentalmente con las figuras y los episodios históricos más conocidos por la gente corriente.
Dejando a un lado esta anécdota insignificante, lo cierto es que los Reyes Católicos siempre han llamado mucho a los españoles de los últimos cinco siglos. Fueron los protagonistas de una época excepcional que, nos guste o no, marcó todo lo que vino después con tinta indeleble. Si tuviéramos que contar a un extranjero toda la historia de España y dispusiésemos sólo de diez minutos, el reinado de Isabel y Fernando ocuparía buena parte del minuto cinco. No se puede decir lo mismo de todos los reyes. Cuando Juan de Mariana escribió su monumental Historia de España era plenamente consciente de que la muerte de Fernando el Católico cerraba una era y abría otra, por eso –y porque tenía miedo de meterse en líos– no se atrevió a pasar más adelante. Una pena ya que nos hurtó un siglo entero bastante jugoso. Muchos nos hemos quedado con la ganas de saber qué pensaba el gran Mariana de Carlos I o de su hijo Felipe II. Quiero creer que los tenía por un desastre sin paliativos, razón que explica a la perfección el porqué de su frenazo en seco en el año 1516.
El común no sabe quién era Mariana ni entra en detalles menores que sólo interesan a los aficionados, el común lo que quiere son buenas historias con las que solazarse. La de los Reyes Católicos es una historia extraordinaria, por eso gusta tanto. De hecho la Historia de España es, con mayúsculas, una historia cuajada de momentos dignos de ser contados. Lo inexplicable es que los del cine no lo entiendan y perseveren una y otra vez en folletines ideológicos ambientados en la Guerra Civil tipo Pa negre, que es un pestiño de marca mayor. Está por filmarse, por ejemplo, una buena serie sobre la Guerra de la Independencia o un biopic sobre Blas de Lezo, un marino de Pasajes cojo, manco y tuerto que con un par y 3.000 voluntarios derrotó a la flota británica del almirante Vernon en Cartagena de Indias. Ambos funcionarían en audiencia, y no por patrioterismo ni nada por el estilo, sino porque no hay cosa más entretenida que nuestra historia. Fíese de mi, que sé de lo que hablo.