María Luisa Balaguer, magistrada del Tribunal Constitucional, ha confesado que es partidaria de perpetrar una interpretación constructivista de la ley. Esto es que ella —por su cara digamos que bonita— dictaminará lo que la ley no dicta, y nosotros viviremos al dictado. Estamos ahítos no sólo de polvorones sino también de noticias más o menos importantes, y estas declaraciones pueden pasársenos por alto. No deberían.
Para la magistrada, el Derecho ya no es una norma fija, con unas garantías para su reforma, sino una sustancia viscosa y moldeable que las mayorías progresistas o conservadoras —eso no pasará, serán las progresistas— pueden manejar a su antojo. Imaginen un partido de fútbol donde el árbitro tiene la potestad de cambiar las reglas a cada momento según vaya el encuentro. Y que sudan ustedes la camiseta del equipo que no le gusta al árbitro.
Balaguer, para que no nos quepa duda, se explica aún mejor, esto es, mucho peor. Es partidaria de superar la ley (superar=vulnerarla) en «determinados supuestos concretos». Ya nos imaginamos cuáles pueden ser concretamente esos supuestos determinados.
La situación de abuso y desigualdad es tan humillante para la gente normal que asombra que aguantemos
Y cuáles no. Nunca se superará la ley a nuestro favor. Jamás. Una multa por ir a 70 km. por hora donde habría que ir a 55 no te la quitará nadie. Un recargo porque cuando fueron a cobrarte tus impuestos no había saldo suficiente en la cuenta, tampoco. Se superará la ley a favor de los políticos (de izquierdas) y se construirá el Derecho en beneficio de los políticos (de izquierdas). Del mismo modo que hay un montante considerable de nuestros impuestos que va para subvencionar políticas (de izquierdas) y que es el que excede de la Sanidad —cuyos presupuestos acaba de recortar el Gobierno—, la Educación, el Ejército y el Cuerpo Diplomático, que eso lo pagaríamos encantados.
La situación de abuso y desigualdad es tan humillante para la gente normal que asombra que aguantemos. Se han creado dos castas, los políticos y los administrados, y no sólo es que los primeros sean clases extractivas y nosotros seamos sistemáticamente extraídos, sino que se va configurando —a base de aforamientos, pensiones vitalicias, indultos, reformas penales ad hominem, uso alternativo del Derecho y superación de la ley— dos estamentos jurídicos. Lo que retrotrae a tiempos predemocráticos.
Contra esta deriva hay que organizarse políticamente, por supuesto. Pero no olvidar tampoco el consejo paralelo de Ernst Jünger en La emboscadura: «Es una ilusión creer que la inviolabilidad del hogar se basa en la Constitución. En realidad, se basa en el padre de familia que se encuentra en su puerta, rodeado de sus hijos, hacha en mano. Las personas singulares están cediendo partes cada vez mayores de sus reservas de sustancia, de soberanía, de destino propio, bien porque asienten al plan, bien porque la responsabilidad se les ha vuelto demasiado pesada».
Si Jünger no les va, recuerden a nuestro añorado Joseph Ratzinger: «El renacimiento será obra de un pequeño remanente, aparentemente insignificante, pero indomable». Las declaraciones de María Luisa Balaguer les habrán desengañado de la ilusión de que la Constitución nos vaya a defender de nada.
No nos quieren pobres para que no tengamos nada y seamos felices, sino porque sin propiedad somos más vulnerables
Por fortuna, el hacha todavía puede ser metafórica, pero no la resistencia en la puerta ni su carácter de indomable. Para ir con los signos de los tiempos, yo apuesto por crear una ONG personalizada o, mejor dicho, familiarizada. En vez de salvar a la foca monje (loable objetivo al que apoyo moralmente desde aquí), el fin social de mi ONG es salvar a los pequeños Máiquez Blázquez del futuro negro que les preparan con la degradación de su medioambiente político-jurídico, con la extinción de su ecosistema moral e ideológico y deforestando nuestro entorno mediante la esquilmación de nuestros medios y modos de vida.
Ahora podrían preguntarme: «Y sin hacha, ¿qué hacemos por la ONG?». Intentar retener todos los fondos posibles para el bienestar de la casa. No nos quieren pobres para que no tengamos nada y seamos felices, sino porque sin propiedad somos más vulnerables. Sin hogar propio no hay inviolabilidad que defender, como sin hijos a nuestro lado las hachas son hachones de un catafalco.
Luego, hagamos que por nuestra puerta no pase el aire viciado de tanta idea construida y tanta negación de la verdad dicen que superada, ni tampoco por la ventana de la tele o de los móviles. Es imprescindible que nos demos cuenta de los peligros medioambientales que nos rodean y del cambio ideológico global progrecéntrico. Por último, no dejar que cunda el desánimo ni que decaiga el humor ni que nos atenace la pereza. El 2023 vendrá con mucha maleza (metafórica), pero nosotros sacaremos el hacha (metafórica) y nos abriremos paso real. Feliz año a todas las ONG hermanas.