«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Motivos para temer

27 de abril de 2014

Por muy rápido que haya sido el proceso de canonización, ya queda lejísimos el día en el que Karol Wojtyla pasó a ser Juan Pablo II. Cuando aquel 16 de octubre de 1978 salió al balcón y soltó su famoso “¡No tengáis miedo!”, estaba rompiendo esquemas y costumbres vaticanas. Era el primer papa polaco, el más joven del siglo XX, el primero no italiano desde la elección de Adriano VI -en 1522- y el único que nada más elegido se dirigía a la multitud y al mundo a través de la televisión y la radio, lanzando ese mensaje que luego habría de repetir en su primera homilía, el que iba a convertirse casi en lema de su pontificado: No tengáis miedo.

La verdad es que había motivos para andar temerosos. El siglo se había estancado en una guerra tan gélida como cruel, la primera capaz de extinguirnos por completo; el planeta estaba dividido por muros y alambradas de espías, y la verdad estaba secuestrada por los organismos de agitación, manipulación y propaganda más hábiles de la historia -aunque, eso la verdad, ya lo están superando las oligarquías del NOM-. Dentro de la Iglesia se habían desatado fuerzas oscuras, se sospechaba de la muerte de Juan Pablo I -florecían las teorías de conspiraciones- y se sabía que en sus últimos días Pablo VI se pasaba las horas llorando, después de decir aquello de que el humo de Satán había entrado en la casa de Dios. La jerarquía estaba dividida por brechas teológicas y políticas, lo católico se inundaba de un falso “espíritu del concilio” que -según el entonces cardenal Ratzinger– estaba mal interpretando el Vaticano II, y que pretendía hacer del nuevo Pontífice un aliado heterodoxo. En Iberoamérica -y en los claustros universitarios- avanzaba la Teología de la Liberación, auténtica punta de lanza del marxismo dentro de la Iglesia, aprovechando que ese continente era desde hace décadas un campo de batalla encriptado, donde la guerra fría se convertía en lucha subversiva y guerrillera, peones utilizados sin escrúpulos por las dos potencias.

Sí, había motivos para temer, tantos que incluso hubo quien entendió como apocalípticas las primeras palabras de Wojtyla, porque después del “no tengáis miedo” dijo también “abrid las puertas a Cristo” y con ese panorama no era una locura imaginar que el joven Papa se estaba refiriendo directamente a la Parusía. No fueron años muy luminosos y, con todo, Juan Pablo II iba a ser el encargado de llevar la barca de Pedro -esa que muchos creían que hacía aguas- hasta el nuevo milenio.

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