«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

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17 de diciembre de 2015

Observo desde hace algún tiempo, incluso en medios de comunicación o personas poco sospechosas de inclinaciones “progresistas”, una cierta tendencia a intentar crear la impresión de que los intereses geoestratégicos norteamericanos no coinciden con los europeos. Es cierto que en una serie de instancias puntuales eso puede ser cierto, pero como regla general y sobre todo en el tema de los múltiples, porque son varios, conflictos de Oriente Medio o Europa Central, la coincidencia lógica es evidente.

El atribuir o insinuar que los norteamericanos esconden una voluntad de volver a ser la potencia hegemónica a nivel global, situación que de hecho no ocurrió más que en un breve momento tras la 2ª guerra mundial, para pasar inmediatamente a la política de bloques: el Occidental y el Sino-Soviético, no es cierto, si nos centramos en las tesis sostenidas por sus más importantes geo estrategas, aquellos que no solo asesoran sino que también han dirigido, con mayor o menor acierto,  la política exterior de Washington.  Hay que leerse a Brezinsky, Kissinger, Kaplan, Nye…  Para comprender el giro, esa aparente parálisis de los EE.UU. tras el excesivo intervencionismo anterior. La teoría hoy predominante  es la de “Bloques”, alianzas tácticas y respeto de zonas de influencia, por un lado y fomentar lo que han dado en llamar “Poder Blando” por otro.

La contradicción que busca fomentarse, puede deberse a dos razones, una, que la mayoría de estos comentaristas nacionales, no hayan leído las obras que encarnan esos nuevos criterios estratégicos, ni hayan escuchado las tesis de sus principales  hombres de estado,  asesores o cargos de  responsabilidad política a lo largo de los últimos años, o dos, que sin darse cuenta estén siguiendo consignas subliminales puestas en circulación por competidores en esta lucha o guerra psicológica entre las distintas potencias competidoras, con el objeto de producir una fisura dentro del bloque Occidental.

Si de poder económico estuviéramos hablando un hecho evidente es que dentro de la sociedad universal capitalista, los intereses económicos están prácticamente globalizados. Por tanto por ahí no pueden existir confabulaciones nacionalistas más que en pequeños enfrentamientos.

La postura geo estratégica norteamericana en estos momentos podría, guardando las distancias,  asimilarse a la que mantuvo Gran Bretaña con respecto al continente europeo durante siglos:  impedir que una potencia alcanzara tal poder fáctico, que amenazara su seguridad o la de sus colonias, una política de insularidad activa, en donde se barajan intereses más que ideas,  apoyando alternativamente a las potencias agredidas por el expansionismo de sus vecinos. Contra España y su Imperio, contra los Habsburgo, contra la Francia de Luis XIV y Napoleón, contra la Alemania nacionalsocialista, contra la Rusia soviética…  Se resume en la frase de Lord Palmerston: “Inglaterra no tiene amigos, tiene intereses…” o la postura de Castlereagh respecto a Metternich, que se empeñaba en una cruzada absolutista tras las derrotas napoleónicas, queriendo dar marcha atrás al reloj de Europa, en lugar de buscar un equilibrio que garantizara la paz sin imponer criterios ideológicos o políticos. En España por ejemplo tuvimos que sufrir esa política con los “Cien Mil Hijos de San Luis” tropas francesas, a favor del absolutismo fernandino en contra del criterio británico que apoyaban a los liberales.

EE.UU. hoy en día reconoce claramente la existencia de varias potencias mundiales en pie de igualdad, con más o menos matices: Rusia, China, Europa, La India y sus zonas de influencia, y a otras regionales,  de primera como Japón, o más limitadas como Indonesia,  Pakistán, Brasil, Turquía, Irán o México. Canadá o Australia se integran dentro de su afinidad política e ideológica. Algunos de estos “bloques” son potencias económicas pero no militares, como Europa o Japón por ejemplo, otras son militares y no económicas, Rusia, Pakistán, otras son ambas, China, India y el propio EE.UU., algunas ni lo uno ni lo otro, pero sin embargo desplazan un peso específico en el equilibrio mundial considerable: Indonesia o Brasil por ejemplo. ¿Y África se preguntara el lector? África es precisamente un campo de batalla…pero de eso no vamos a hablar ahora.

Cada “bloque” lucha por la preeminencia dentro de su zona y lucha por defender sus intereses. La postura norteamericana debería ser, según el criterio hoy preponderante, inclinar la balanza para neutralizar la superioridad de una de las partes, para evitar una supremacía excesiva en una zona determinada del mundo, por ejemplo: Si China quiere presionar a sus vecinos en el sudeste asiático, prestará apoyo moral, y disuasorio a Japón, Corea, Indonesia o Indochina, si  Rusia pretendiese reincorporar  antiguas repúblicas soviéticas que formaron parte del imperio ruso, apoyará a Ucrania, o a Europa del este en general, si en Europa volviera  a producirse un auge expansivo a agresivo, como el que se produjo en Alemania, apoyaría al resto y a la propia Rusia.

Pero hoy por hoy en Oriente Medio los intereses europeos y americanos coinciden, aunque la política de Putin en este momento militarmente sea favorable a Francia,  esencialmente el interés es mutuo al igual que frenar a Rusia en Europa Central.    

Nadie desea una confrontación de nuevo entre una “Germania” poderosa y una Rusia buscando su hueco en Europa Occidental, lo cual resucitaría como una pesadilla, el espíritu belicoso en el corazón de Europa, como tampoco a Europa le interesaría una Rusia débil de cara a la agresión fundamentalista islámica en Asia Central. Por ello hablar de discrepancias, entre EE.UU. y Europa,  que vayan más allá de aspectos superficiales es una exageración. Donde sí podría surgir un problema es en Ucrania, si Rusia soñara con resucitar su dominio, ya que como bien se decía: “Rusia más Ucrania es de nuevo un imperio, sin ella es solo un gran país” Por eso, este es un tema muy delicado, que afecta a la sensibilidad profunda y los complejos históricos del pueblo ruso.

Lo que ocurre entre europeos y americanos en este momento, es precisamente lo contrario, EE.UU. no desea afianzar una soberanía continental en Europa, no está dispuesta a seguir siendo la máquina militar de Occidente, entre otras cosas porque económicamente ya no puede,  y busca que Europa de alguna forma vuelva a asumir la parte, militar de este equilibrio mundial, que le corresponde.     

 

 

El problema es que la actual Europa está inmersa, desde hace tantos años, en un nirvana pacifista, delegando esas funciones en EE.UU. Es una potencia que no encuentra de donde va a sacar el dinero para volver a priorizar objetivos estratégicos vitales, pero sobre todo, el ánimo necesario y la moral de defensa imprescindible para oponerse a los desafíos que nos presenta la realidad de Oriente Medio, África   o Europa Central.

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