Es curioso y alivia un poco encontrar ecos de la grotesca campaña electoral española en el exterior. Ha pasado en una reciente entrevista francesa a John Kerry. Kerry es el encargado americano para el Clima, pero antes fue Secretario de Estado. Le preguntaron si Bush debería responder por Irak como Putin por Ucrania (*). Él dijo que no. «¿Pero se valieron de mentiras?» Y entonces sucedió. Kerry habló y la política española se yuxtapuso a la internacional: «Bueno, no sabíamos que era mentira…». Sonaba como la doctrina refrescada al alimón estos días por Zapatero y Sánchez: «Mentir es decir algo a sabiendas de que es falso y nosotros no lo sabíamos. Así que no mentimos. Cambiamos de opinión. Rectificamos».
Kerry dice cosas dignas del PSOE. Pensábamos que nadie tendría ese cuajo tan autóctono. Pero sí lo tienen. Vaya sí lo tienen. En Francia al menos pudieron escucharlo. ¿Sería posible que alguien le hiciera esa pregunta en España? Tampoco es fácil leer las cosas que Viktor Orbán contó al diario Bild. Quizás Orbán no sepa tanto como nuestros expertos, pero dijo cosas interesantes: que la mirada occidental sobre Rusia es equivocada e ignora su especial naturaleza, que lo de Wagner carece de importancia y revela tanta debilidad como fortaleza en Putin; que la actual cooperación entre Occidente y Ucrania es errónea y hará que Ucrania se quede pronto sin soldados; que sin dinero y armas Ucrania no es soberana y que lo que importa realmente es el deseo de Estados Unidos. Para Orbán, Ucrania debería quedar fuera de la OTAN y Biden y Putin negociar una nueva arquitectura de seguridad que asegurara la paz. No ve en Rusia un peligro imperialista porque no es tan fuerte. No considera que sea fuerte como para enfrentarse a la OTAN, sí para vencer a Ucrania. Y esta consideración relativa de la fuerza rusa es vital: suficiente para doblegar a Ucrania, insuficiente para amenazar a los países de la OTAN. ¿No es justo lo contrario de lo que escuchamos? Se nos dice constantemente que Rusia caerá frente a Ucrania, que ya está madura, que no se sostiene y, a la vez, que es una amenaza creíble para el resto de Europa. La gran amenaza.
Orbán no ensalza la bondad de nadie, no elogia, no moraliza ni habla de valores, solo pone en perspectiva la fuerza relativa de los Estados. Rusia puede ser a la vez muy débil y muy fuerte, pero de una forma opuesta a la que se nos repite. La impresión es que Orbán retira un espejo deformante, y que al hacerlo suprime concavidades y convexidades.
(*) La cuestión de Irak, fruslería o tabú para tantos, es importante porque interpela a parte de la clase política y periodística española, especialmente a la derecha. A este respecto, el mea culpa a toro pasado que alguno ya ha intentado tampoco es gran cosa. Si eso no afecta a la posición de hoy, si no se traspone a los Irak actuales, se queda solo en reconocer que fue «un error». Algo muy parecido a lo de Zapatero y Sánchez. Pero con más graves consecuencias.