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Abogado. Columnista y analista político en radio y televisión.
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Nada de ‘felices fiestas’

12 de diciembre de 2021

Este año, en casa, hemos decidido dar preferencia en nuestras compras a quienes deseen “feliz Navidad” en lugar de ceder a la corrección política del “felices fiestas”. Si alguien se siente incómodo con la Navidad, nos parece razonable no molestarlo con nuestros saludos. Desde luego, que cada uno felicite lo que quiera, pero tal vez quien desafía al consenso progresista merece más apoyo que quien se adhiere a él. Por lo pronto, quien afirma el espíritu religioso y navideño de estas fiestas, goza ya de nuestras simpatías y nos tiene predispuestos como clientes.

Ya, ya sé que el pretexto para ir cambiando el saludo es ser “inclusivo” y “diverso”, pero permítanme sospechar de esa intención declarada. Si fuese así, por ejemplo, veríamos campañas en las que los sacerdotes, los frailes, las monjas y, en general, los religiosos tendrían “visibilidad”. Sin embargo, ¡ay!, ya vemos que eso no sucede. Abrazar una vida en religión siguiendo a Cristo no tiene representación alguna en ese modelo de “diversidad” que, en realidad, es cada vez más uniforme y monótono.

Así, en la mayor parte de España, nos han hurtado de la iluminación de las calles los motivos navideños. En Madrid, hace ya mucho que empezaron a colgar cubos y varillas de colores que reemplazaron a las estrellas que conducen al Portal y a los copos de nieve que adornan los belenes.

Alguno pensará que lucir un belén es estrategia comercial para aumentar las ventas. Puede ser, pero las aumenta manteniendo una tradición valiosa

De los hilos musicales ni hablemos. “Last Christmas”, de Wham, y “White Christmas”, cuyas versiones ya son innumerables, son tan repetitivas y monótonas que hasta el “Burrito sabanero” parece refrescante. A fin de cuentas, por lo menos habla de Belén y está en español. No digo que deba resonar por todas partes “Adeste fideles”, pero sí deberíamos agradecer y premiar a quienes ponen los villancicos tradicionales de España y de Hispanoamérica. A mí me gusta mucho “Llegaron ya los Reyes, que eran tres” porque al niño le llevan “un poncho blanco de alpaca real” en un ejemplo de memorable mestizaje navideño. También me trae buenos recuerdos “Tan, tan de los Reyes”, que cantaba Manolo Escobar.

Volviendo a los comercios, no digamos nada del honor y el reconocimiento que merecen quienes lucen belenes en sus locales. Una tienda que pone el nacimiento mantiene un legado que ha heredado y que, de algún modo, no le pertenece por completo. Ese pesebre recuerda a los clientes que, más allá de las compras, estamos en un tiempo diferente: el tiempo en que el Hijo de Dios viene al mundo hecho niño. Alguno pensará que es estrategia comercial para aumentar las ventas. Puede ser, pero las aumenta manteniendo una tradición valiosa en lugar de dedicarse a desmantelarla o sustituirla por otra cosa sin raíces ni historia. Por otro lado, no descarto que quien mantiene abierto un negocio luchando contra la burocracia, las grandes superficies y los gigantes de la venta “on-line” tenga también algo de fe para seguir en la brecha.

Nació Jesús, hijo del eterno Padre y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, Salvador que los hombres esperaban”. Ante esto, no hay “felices fiestas” que valgan

Lo más importante, es cierto, no son las compras. El verdadero regalo, el presente que el dinero no puede comprar, es que ese niño indefenso entre pajas ha venido para redimir al mundo. No, no es la fiesta más importante del año -ese día es el Domingo de Resurrección- pero es un momento muy especial en la historia del género humano. Ya lo dice la Calenda, el pregón de Navidad que se lee en la Misa del Gallo: “En la 194 Olimpiada de Grecia. En el año 752 de la fundación de Roma. En el año 42 del reinado del emperador Octavio César Augusto. Cuando una inmensa paz reinaba sobre toda la tierra. Hace más de 2000 años. En Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos. En un pesebre, porque no tenía sitio en la posada. De María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David: nació Jesús, hijo del eterno Padre y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, Salvador que los hombres esperaban”. Ante esto, no hay “felices fiestas” que valgan. La Navidad gana por goleada a poco que se superen los complejos.

Porque de eso se trata en el fondo: de rebelarse contra los complejos que otros quieren imponernos. La historia de Europa o del resto de Occidente ha tenido en la Navidad uno de sus momentos y motivos más importantes. Sin ir más lejos, a Carlomagno lo coronó emperador el Papa León III un 25 de diciembre del año 800. La Natividad es uno de los temas más representados en la pintura, la escultura y, en general, las bellas artes. Hasta Sartre escribió una obra teatral -me refiero, naturalmente, a Barioná – en que la virgen María, ante el recién nacido dice “Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí. Y ninguna mujer, jamás, ha tenido así a su Dios para ella sola. Un Dios muy pequeñito al que se puede coger en brazos y cubrir de besos, un Dios caliente que sonríe y que respira, un Dios al que se puede tocar; y que sonríe”. 

Y es que un Dios que sonríe se merece que lo recordemos en cada saludo de este tiempo.

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