En América Hispana hace una semana que Venezuela captura la atención de los medios de comunicación y de los gobiernos vecinos. La historia reciente de Nicolás Maduro refleja que ha practicado el más puro chavismo desde que se hizo del poder en 2013 y desemboca en el escándalo internacional de los últimos días.
Su comportamiento cívico nunca fue ejemplar. Desde la fecha en que reemplazó al fallecido Hugo Chávez, los procesos electorales siguientes estuvieron teñidos de oscuridad.
Chávez, quien padecía un cáncer terminal y decidió viajar a Cuba para retomar su tratamiento, delegó el poder en él, por entonces su vicepresidente; pero además declaró: “No sólo en esta situación debe concluir el período como manda la Constitución, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”.
Desde entonces en adelante, la autoridad electoral lo dio ganador a Maduro en elecciones siempre objetadas por la oposición.
En 2016 impidió la realización de un referéndum revocatorio; al año siguiente disolvió la Asamblea Nacional que, hasta ese momento, le era adversa pues estaba controlada por la oposición.
Las protestas antigubernamentales se hicieron cada vez más masivas y frecuentes, mientras el éxodo de venezolanos se tornaba constante y la represión, más y más feroz. En 2017 esas protestas dejaron un saldo de 163 muertos, más de 5000 detenciones y 314 casos registrados de tortura.
En 2018 tuvo lugar la segunda elección presidencial sin reconocimiento de la oposición y la primera sin reconocimiento de Estados Unidos ni de la Unión Europea. Mientras tanto, el país y las condiciones de vida seguían un profundo proceso de deterioro. Solo los adictos al régimen obtenían ventajas que mejoraban sus niveles de vida mientras la población general padecía hambre, desabastecimiento y la violación sistemática de los derechos civiles más elementales.
En 2019, la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos publicó el Informe Bachelet, un pormenorizado detalle de la grave situación que atravesaba el país, las torturas y asesinatos, crisis sanitaria y migratoria, reportó miles de ejecuciones extrajudiciales y remarcaba la completa inacción del gobierno venezolano ante las denuncias.
A nivel legislativo, el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) incrementó su influencia: actualmente controla ampliamente la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela (ANC) que funciona como un Congreso paralelo y también se hizo de la mayoría de la Asamblea Nacional, después de que una parte de la oposición decidiera no presentarse a elecciones.
A nivel social, en mayo de 2021 había una cantidad aproximada de 7 millones de emigrantes venezolanos en el mundo, cifra que va en aumento y en la actualidad se estima que ya son 8 los millones de personas que han abandonado el territorio nacional.
En materia económica, ocurrieron todas las catástrofes posibles: se registró la mayor hiperinflación de la historia; se profundizaron los problemas energéticos; paradójicamente en un país rico en petróleo, ocurrió una crisis petrolera sin precedentes y el mayor apagón nacional del que haya registro. La inexistencia de políticas de salud niegan a la población la asistencia más elemental en materia sanitaria, signada por la carencia de medicamentos e insumos básicos.
La política exterior mantuvo aceitadas alianzas con Cuba, Nicaragua, Rusia, China, Irán y Turquía, sumada a una conducta pendular de ruptura y restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Bolivia, Brasil (rotas en épocas de la presidencia de Jair Bolsonaro), Colombia, Honduras, Guatemala, Paraguay y Honduras, y de manera permanente con Estados Unidos. El 26 de marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos emitió una orden de captura contra el dictador por cargos relacionados con narcotráfico y ofreció una recompensa de 15 millones de dólares.
Maduro mantuvo siempre malas relaciones con sus adversarios políticos. Según la oposición, las violaciones a los derechos humanos han evidenciado el totalitarismo del gobierno venezolano y la búsqueda de establecer un mecanismo de «partido único« o de una «oposición controlada».
Recientemente, con la abstención de Brasil y Colombia y la ausencia de México fracasó la resolución en las Naciones Unidas para instar a Venezuela a presentar las actas de la votación del pasado 28 de julio; no alcanzaron los votos para elevar una condena formal sobre lo sucedido el último domingo, mientras se produce el éxodo de misiones diplomáticas expulsadas del territorio venezolano por el régimen de Nicolás Maduro.
En las últimas horas del pasado jueves, el Departamento de Estado de Estados Unidos a través del secretario Antony Blinken, reconoció el triunfo de Edmundo González Urrutia.
Sin embargo, Maduro insiste en negar su derrota e impuso el terror como mecanismo de conducción política. Aún así, la gente se manifiesta en las calles mientras la tensión social escala. Los medios de comunicación también sienten la presión de las calles militarizadas y las patrullas de la guardia nacional amedrentando a los transeúntes. El Foro Penal Venezolano, organismo humanitario que recibe denuncias, cuenta miles de detenidos en los tres últimos días, y cientos de desaparecidos. María Corina Machado, cara visible e histórica de la resistencia, se encuentra en la clandestinidad tras la amenaza expresa de Nicolás Maduro de encarcelarla de por vida junto con el ex candidato González Urrutia.
Los hechos exponen dos evidencias lamentables: la escasa utilidad de los mega organismos supranacionales que involucran millones de euros en gastos para sostener una enorme burocracia que solo «reclama, aconseja, condena, alerta o ve con preocupación» pero que, en la práctica, no consigue el menor avance para destrabar situaciones complejas.
La otra evidencia, aún más lamentable y demostrada por la historia, es que las dictaduras de la espacie que se ha apoderado de Venezuela, no entregan el poder de manera pacífica. Sus tentáculos, siempre ligados con el terrorismo y el narcotráfico, los mantiene aferrados con la complicidad de las fuerzas del orden que, invariablemente y en este caso se ve con absoluta claridad, mantienen lealtad al dictador.
Dios proteja a los venezolanos.