«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""

Te necesito

11 de febrero de 2014

Me gusta quedarme en un sitio sin moverme. No es que sea alguien sedentario y aburrido. No es cierto que no corra y esté todo el día sin hacer nada, pero de vez en cuando, me gusta descansar. Adoro parar bajo el sol y disfrutarlo. El calor del sol, su luminosidad, me hace brillar. Sé que podría destacar en la noche oscura y llamaría la atención hasta tras una cortina, pero me gusta que se me vea bien. Me siento importante.

Veo como los hombres se embelesan siguiendo mis curvas. Las miran con un deseo libidinoso, lo sé, pero también comprendo que es culpa de mi atractiva sensualidad. Los provoco sin que sea mi intención. Soy irresistible para ellos, para todos. Hay señores atrevidos que intentan tocarme. Algunos me acarician de manera disimulada y otros sin pudor alguno, yo diría que con cierto placer exhibicionista. Me molestan. Mi lealtad y mi fidelidad no me permiten esos escarceos. Me siento mal y noto cómo me enciendo y va y viene el rubor. Protesto y me enfado, pero no quiero usar la violencia, no quiero demostrar que no soy tan débil como piensan. Aún así, en el momento en el que les replico, se vuelven seres temerosos de Dios. Nunca entenderé la osada cobardía de algunos valientes.

Estoy pensando que pese a mi innegable éxito, quizás va siendo hora de una puesta a punto. Nada como confiar en una buena amiga para eso. Quizás la llame hoy. La verdad es que voy notando que me hace falta y no quiero descuidarme. No termina de agradarme que me estén trasteando, sé que hay a quien le gusta, pero a mí sólo me fascinan los resultados. Bonnie -mi amiga- tiene unas manos mágicas y siempre sabe lo que necesito. Para presumir hay que sufrir, dicen.

Empieza a cansarme estar aquí, no quiero esperar más, pero veo que se está acercando. Es tan alto que sobresale a los demás y su manera de andar es tan particular que hace que a su alrededor sólo esté el vacío. Viste pantalón vaquero negro, camisa abierta y chaqueta de cuero. Todas lo miran, es irremediable y a mi me gusta ver como lo hacen. Es un hombre bondadoso y de gran generosidad, siempre está dispuesto a ayudar a los demás. A veces, esa ayuda conlleva un gran peligro, pero yo jamás le vi titubear ante los contratiempos.

Observo con atención por si se lleva la mano a la boca, es el gesto previo que me avisa de que debo estar alerta. Parece tranquilo pero puedo notar la tensión contenida desde donde estoy. Pulsa su reloj de muñeca y susurra: “K.I.T.T te necesito”. Es hora de que me ponga en marcha.

Mi nombre es Knight Industries Two Thousand, K.I.I.T. El coche fantástico.

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