Los separatistas catalanes andan sorprendidos. Ellos, tan puros, tan democráticos, ante la pérfida España y la extrema derecha, ante la que no cesan de urdir cordones sanitarios. Hasta hace poco decían que hablar del problema con la inmigración ilegal era cosa de VOX, de fachas, vaya. Pero sólo es preciso darse una vuelta por el Raval barcelonés, Tarrasa, Manlleu, Salt o Ripoll para ver que la Cataluña multicultural y sonriente es una quimera pensada para incautos. Y como la realidad es tozudísima, en las últimas elecciones municipales ha ganado en Ripoll una formación independentista, sí, pero de extrema derecha, dicen. Se llama Aliança Catalana y tiene al frente a una mujer, Sílvia Orriols. Como los postulados que defiende respecto a la inmigración ilegal que deviene en delincuencia son similares a los de VOX, aunque discrepen en todo lo demás, muchos bien pensantes estelados a los que no les tembló la mano cuando de dar un golpe de Estado se trataba o de discriminar entre catalanes de primera y de segunda, se muestran ahora exquisitos y pulcros. «Esos son extrema derecha», claman dándoselas de muy dignos, ellos, los que han hecho del nacionalismo excluyente y supremacista su única razón de ser. Bien, y sus negocis, claro. Los que más chillan son los de Junts. Precisamente ellos, que han seguido a pies juntillas al pujolismo, la forma de gobierno más corrupta, caciquil y anti obrera en los últimos cuarenta años. Ellos, que cuando se encuentran con alguien que les planta cara le dicen que se vaya de Cataluña. Ellos, que se han apropiado de las instituciones, de la vida social, cultural, política y económica para instrumentalizarlo todo en su beneficio y en el de sus mantenidos. Ellos, con un expresidente que confesó ser un evasor, una expresidenta del Parlamento catalán condenada por delitos comunes, con su cúpula procesada y condenada por el intento de golpe de Estado, con la eterna rémora de ser un partido condenado por financiación irregular por el caso Palau. Ellos, que abominan de los socialistas mientras que, con disimulo y a la chita callando, llevan cuatro años gobernando junto al PSC la Diputación de Barcelona y ahora es más que posible que el ayuntamiento de la capital catalana. Los defensores de la Cataluña cristiana, que se ponen de rodillas ante el islam y su expansión en forma de mezquitas salafistas por todo el territorio catalán sin decir nada, los censores del español en las escuelas que facilitan, en cambio, que se dé enseñanza reglada en árabe, los defensores de la ideología de género porque queda muy guay, que consienten que niños y niñas se bañen por separado en piscinas públicas «porque hay que respetar sus costumbres».
Si algo se debe agradecer a la señora Orriols es que, aunque desde el separatismo más intransigente, haya puesto el paño al púlpito con un problema que afecta gravísimamente a la sociedad europea en su conjunto y no mirar hacia otro lado. ¿O hay que recordar el imán de Ripoll?