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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Adiós el bombo de Manolo, adiós España

7 de junio de 2017

Como el rosario de la aurora. No falla. Partido de la Selección Española, partido con polémicas. Todo un clásico. Vamos con lo deportivo, que luego vendrá el apartado de sucesos. El estadio de la Nueva Condomina vivió una de sus noches más gloriosas acogiendo a los combinados de España y Colombia. Más de 33.000 hinchas en las gradas. Llenazo. No estamos acostumbrados. El equipo local, aún en Segunda B, reúne dos cuartos de entrada y con suerte. Así que, una vez que lograbas atravesar los aledaños del descampado de tierra y conseguías driblar coches y autobuses como si estuvieras en Walnut Grove llegaba el primer triunfo de la tarde. A la alegría futbolera uníamos su aquel ambiental. Ese buen ambiente que repite, hasta que te cansa, Lopetegui siguiendo la norma de Del Bosque. Y, miles de seguidores colombianos – más de nueve mil- que ya me crucé a las 4.30 de la tarde cuando se dirigían al estadio al ritmo del bombo que golpeaban, sin temor a la deshidratación, bajo los caldeados 31 grados. Cercanas las playas murcianas, el paisanaje fue variado.

Quisimos llevar la contraria a aquella publicidad turística de la Región, del publicista Jorge Martínez, que rezaba: ‘Región de Murcia No typical’. A los murcianos les dio por pitar a Piqué. Típico. Los pitos al jugador culé, la banda sonora que recibió a la Selección con una intensidad que ríete tú de la sonoridad de aquellos pitos que sufragó Jordi Pujol para la grada del Camp Nou.  Con la pitada ya contábamos. La veías venir como los pájaros que se dejaban ver alrededor de Colón antes de vislumbrar tierra. Al término del encuentro, hubo mosqueo de Gerard. Por lo visto, la culpa es de la prensa. No sé de qué se sigue sorprendiendo. Recordemos que él mismo justificó en su día la pitada al rey Felipe con “la gente no pita de gratis. Al final la gente expresa su malestar”.  Yo, como soy una romántica, quise ver una especie de nostalgia de aquellas vuvuzelas inaguantables. Pero, faltaba algo. No hay vuvuzelas que valgan ante la ausencia del bombo de Manolo. Un dolor ver al histórico Manolo llorando, desolado, en una de las cabinas de radio. Si ya en el Mundial de Sudáfrica casi estuvimos al borde de la separación, ayer lo perdió del todo. No era el día para los vestigios de España. Sucesos all around. Para colmo, a Diego Costa lo despide Conte a través de un mensaje. Se han perdido las formas, definitivamente. Pero, sigamos: ¿Quién osó robar el bombo de Manolo? ¿quién osó hacer tambalear uno de los pocos símbolos de la España eterna que nos queda?

Manolo y su bombo, para los no iniciados, es un solo ser. Es indivisible e indisoluble. Cada uno por separado no tiene razón de existencia. Sus lágrimas daban fe. Ya está abierta la investigación. Seguro que Antonio Sánchez-Solís, delegado del Gobierno feliz en el palco, ya está en ello. Palco, por cierto, en el que no cabía un alfiler. Alrededor de Ángel María Villar se apiñaban Fernando López Miras, recién nombrado presidente de la Comunidad; el alcalde, José Ballesta, concejales y hasta periodistas invitados. En fin, el pampaneo…Salvo el líder de Ciudadanos en Murcia, Miguel Sánchez, que “declinó” la invitación mostrándolo en Twitter, a lo Pablo Iglesias. Esto de sustraer en Murcia a eminencias no es la primera vez. Lo de ayer era un continuum mojar la magdalena de Proust. La feria taurina murciana del año 1959 fue otro espacio para el hurto. Hemingway llegó a Murcia para acompañar a su amigo Antonio Ordoñez. Segunda tarde de feria. Los aficionados se arremolinan para pedir un autógrafo al escritor y, en ese momento, desaparece su cartera. De vuelta a Madrid, Hemingway lo cuenta a un periodista del diario Pueblo que titula el artículo: ‘Hemingway envía un mensaje a un carterista’. Relataba cómo le sustrajeron la billetera con 9.000 pesetas. El autor de Fiesta pedía que, al menos, se la devolviera por su valor sentimental, regalo de su hijo Patrick. Y que el dinero se lo quedara, “en pago por su destreza’. Cobró el tema tal notoriedad que hasta el escritor Castillo Puche pidió al alcalde que se le regalara una reproducción exacta de la billetera porque “era malo, muy malo y muy feo para nosotros que haya perdido tal recuerdo en Murcia”. Finalmente, apareció. Un individuo se plantó en casa de Antonio Ordoñez y entregó un paquete que contenía la famosa billetera. La investigación dejó para los restos que el caco era un madrileño desplazado a Murcia para aprovechar la Feria. Así, el honor de los murcianos quedó salvado. No sabemos esta vez con el bombo, institución de España, dónde quedará ese honor…

 

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