Pocos de los fichajes de Florentinos llamados «galácticos» salieron realmente bien. Figo no fue nunca el del Barcelona, Ronaldo apenas ganó y tampoco estuvo muy lejos de la media goleadora del actual Mbappé; Beckham fue solo buen golpeo y ética de trabajo; Owen estuvo un año y no consiguió zafarse del raulismo; Kaká llegó con una rayita de batería y Hazard interpretado por Russell Crowe en su biopic …
Los fichajes grandes, contrastados, consagrados ya, con su Balón de Oro o gloria bajo el brazo, en el Madrid de Florentino han salido regular.
Así que con Mbappé no estamos ante nada realmente nuevo, aunque lo suyo haya sido peor, o más sonoro. Más retumbante.
Su fichaje se convirtió en asunto de Estado en al menos dos lugares, Francia y Qatar, y en el Madrid y lo que le rodea, ese entorno que mejor dejarlo, fue Mbappé una sección del deporte y la televisión en sí mismo. Se creó una ilusión, una expectativa como si de él se hiciera un producto financiero, una opción de «futuro», un activo que someter a una lucrativa burbuja.
Así que no llegó Mbappé, sino una burbuja financiero deportiva. Y llegó como galáctico a la antigua. No como un joven de 20 años que empieza sin nombre ni aureola. Esa sería la manera de Vinicius, que tampoco es fácil, y también le cuesta. Afronta otro tipo de dificultades…
El galáctico estilo años 2000 llegó inflacionado y vintage a un equipo campeón y el equipo se tuvo que transformar y adaptar a él. Antes, el equipo hizo dos cosas: dejó marchar sin reponer a un defensa titular, y tenía pocos ya (Nacho), y al jugador que estructuraba un poco su juego (Kroos). O sea, se debilitó en dos áreas, defensa y mediocampo, y en la otra, opulenta, la delantera, añadió a Mbappé y a Endrick. Los dos para el mismo puesto y para un espacio/tiempo que ya llenaba el expansivo Vinicius.
¿Y cómo está Endrick? ¿Qué decimos de Endrick? ¿Hay en sus ojos más vida que en los de Mbappé?
Todo esto es para decir que la idea fue rocambolesca. No diremos que mala, pero sí excéntrica, caprichosa, poco explicable, o poco «deportiva». Una gran originalidad, una bomba de genialidad. Pero esto ya lo habíamos visto. Esto ya le pasó al Madrid con Hazard, le pasó en el inicio del II Florentinato con Kaká, y le pasó en todo el primero (2000-2006) con aquellos famosos «galácticos». Ya lo vimos, aunque ni el Bernabéu ni el Madrid sean ya los mismos.
Las decisiones han sido como mínimo estrambóticas. Todo se ha adaptado o empeorado porque llegaba Mbappé y para Mbappé y ahora que todo está mal, se mira a Mbappé. «¿Mira lo que hiciste? ¡Sálvanos!». Alterar todo para él y luego cargarle con eso. Además cargarle con eso.
Supongo que era «destrucción creativa«. La destrucción la puso Florentino, pero la segunda parte, la creatividad de Ancelotti, no llega.
El marco de decisiones deportivas del Madrid ha sido un desastre. Quizás no lo fuera del todo pero con las lesiones (que son un misterio del fútbol aun por explicar) se ha convertido en uno. Sobre ese desastre, opera Ancelotti, que está mostrando lo peor de sus características.
Nadie está bien en el Madrid. Habría que juzgar a Mbappé muy severamente si los demás brillaran, pero basta con fijarse en dos cosas. Una es la juventud del equipo. Asencio, que lo está haciendo bien, entró solo cuando ya no había otra opción que Chendo. Güler no tiene confianza, y estamos hablando de un joven que miraba como un emperador, que iba de semidiós zurdo. Y Endrick solo sale en el minuto 87 u 88 y rara vez tiene ocasión de tocar la pelota. Lleva semanas, meses, sin poder chutar. Es asombroso.
Ancelotti encarna la lucha boomer contra zoomers, contra jóvenes. Es irritante su falta de confianza y el secuestro generacional del equipo que solo tiene, buena o mala, esa vía.
Pero Ancelotti está fallando cuando ignora y fallando cuando abraza. Lo que le hace a Valverde parece una tortura sutil. Valverde juega siempre, lo juega todo, y cambia de posición constantemente. En un partido puede ser interior, pivote y lateral. Ya ha fracasado como mediocampista manija o regista, o director, pero juega siempre, 24/7, como esos condenados a bailar nerviosamente en Danzad, danzad, malditos. Valverde corre y corre y corre hasta su probable lesión o extenuación.
Mucho habría que decir de Ancelotti. Probablemente la culpa no sea suya. Las decisiones que La Estructura ha tomado para él son un puzzle muy puñetero para el que, probablemente, ya no tenga la visión o la energía. Su hijo ayer miraba melancólico la pantallita en la que ven/analizan el encuentro (y que imaginamos privilegia de alguna forma a Modric), pero no son el hijo y Ancelotti, más o menos hierático, los que revelan el estado del equipo. Es el friso de rostros de los asistentes. Un poco dantesco, por italiano. En su cara y la de los suplentes y sustituidos ya había visual cadaverina. Esa serenidad como poscoital en la que queda dibujada una mueca amarga.
¡Cómo juega de mal el Madrid! Peor que mal: pequeño, cobarde, ramplón, desorganizado, y sobre todo, sin personalidad ni grandeza. Sin una energía, sin una voluntad de reinventarse y reinventar, traicionando lo que hace bien y perseverando en lo malo, como los locos. Dale que dale que dale con lo que se sabe que fracasará.
Es llamativa la falta de grandeza y belleza con la que juegan.
Ayer circularon por Internet unas declaraciones del defensa italiano Chiellini, de la Juventus, en las que recordaba y elogiaba a Isco. No tanto por Isco como por el efecto en el Madrid, su gran rival europeo durante dos o tres años.
El Madrid, contaba, con él resultaba intratable. El 4-3-3 con Bale, Cristiano y Bale (BBC) era muy bueno, pero defendible, controlable, previsible. Isco era un cuarto centrocampista que aparecía como un duente por cualquier sitio creando superioridades de puro fútbol y contra eso no podían. Ese ramalazo de fútbol técnico, español, posesivo, bonito, combinativo y pelotero era muy importante.
La 10ª y la 11ª las ganó el Madrid con la BBC y tres medios detrás. Fueron las del Atlético de Madrid (Lisboa y Milán), raspadas, en la prórroga o por penaltis.
Las otras, la 12ª, 13ª, 14ª y 15ª se ganaron con cuatro centrocampistas: Casemiro-Modric-Kroos más Isco primero, y luego Valverde y luego Bellingham.
La raíz de lo mejor del Madrid no tuvo que estar lejos de eso. Lo sospechábamos, pero es que ayer lo confirmó Chiellini.
¿Y qué hizo el Madrid?
Se despojó estructuralmente de ese cuarto medio y también de los defensas, como si, no contento con su audacia, Florentino quisiera volver a su «juventud», a ese principio de siglo en que no fichaba centrales ni le daba a Makelele lo que merecía.
La base colectiva se ha caído. Pero no ha sido suficiente con eso, y la delantera, que debía tirar del resto, se ha llenado de compromisos y solapamientos, y disfuncionalidades, y con ello de urgencias, temores, ansiedades… Otra vez un Madrid hidrocefálico…
Culpar a Mbappé, que parece alguien deprimido, es personalizar demasiado, señalar cruelmente y entrar en el bucle colectivo de la psicología galáctica que todo lo espera de la figura. De la falta de estructura total, del glamouroso caos, de la nube de infútbol ha de salir el crack (un poco puskoso ya) y hacer la maravilla individualista. Esas jugadas Houdini en las que el jugador que ha de salir (y sacarnos con él) de algo.
Pero en este punto, volvamos al inicio (que ya toca): ¿qué pasó con Figo, Beckham, Owen, Ronaldo, Hazard o Kaká?
En este punto del florentinismo, del siglo, de la edad, del palmarés, daría cariño a Mbappé y dirigiría el silbido (que es la presión del aficionado, el pressing de una grada que tampoco presiona) al técnico, para que haga, deshaga o sea felizmente removido por quien ha creado esta situación.