«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

No es esto

1 de marzo de 2021

Mi amiga la filósofa Mariona Gúmpert me escribió hace unos días medio en broma pidiéndome un artículo que echase algo de luz esperanzada sobre la situación política española. Si yo no —seguía bromeando—, quién podría. Abrumado por el prestigio imponente de la Filosofía, tiré de un adagio de mi humilde carrera de Derecho para disculparme con la plata de la calderilla de mi escaso latín: «Ad imposibilia nemo tenetur», o sea, que «Nadie está obligado a lo imposible». A Mariona el brillo del latín no la deslumbró. Mi escapatoria por la transversal del Derecho y la imposibilidad, había fracasado. Se acabaron las bromas.

Quitando la cúpula del PP, empeñada en repartirse los puestos del CGPJ y del Consejo de TVE con el PSOE (…), no creo que quede nadie en España que crea todavía en las caretas de Sánchez ni en sus promesas

Ahora he caído en que esa propia desesperanza de la situación puede ser una puerta o, mejor dicho, una trampilla en el suelo para escapar. Podemos caer más bajo todavía, sí, pero ya estamos lo suficientemente hundidos para que cada vez más gente se marque un Ortega y Gasset. Esto es, que salte a la calle exclamando «¡No es esto, no es esto!» como salió el filósofo cuando la República le salió rana.

Se está derrumbando ante nuestros ojos como un castillo de arena el PSOE que marcaba el centro del espectro ideológico en el imaginario español

Quitando la cúpula del PP, empeñada en repartirse los puestos del CGPJ y del Consejo de TVE con el PSOE como en sus merry old days, no creo que quede nadie en España que crea todavía en las caretas de Sánchez ni en sus promesas, ni aunque le vote por otras causas. Por otro lado, entre las pedradas a Vox en la campaña catalana y los bestiales disturbios en las calles, tampoco nadie normal, aunque no les vote, va a tragarse más que la amenaza a la democracia son Abascal, Espinosa de los Monteros, Macarena Olona e Ignacio Garriga, como si fuesen los cuatro jinetes del Apocalipsis. La estrategia del discurso del coco que viene, ¡que viene el coco!, que es lo más sutil que se ha sacado del ídem Iván Redondo, ha tocado fondo definitivamente.

La situación de España está, como decía al principio, bastante imposible, pero el diagnóstico popular ha empezado a acercarse a la realidad de la política

Y no es lo único. Se está derrumbando ante nuestros ojos como un castillo de arena el PSOE que marcaba el centro del espectro ideológico en el imaginario español, de modo que todo a su derecha era la extrema derecha, que hasta a los de Cs le han llamado falangistas. A su izquierda y a los nacionalistas los blanqueaba con su varita mágica porque los necesitaba para ir entregándose, que es lo que está en su naturaleza. Eso se ha terminado. Hoy por hoy, nadie percibe que Pedro Sánchez esté en el centro, ni siquiera que esté centrado. Tanto pacto con un Pablo Iglesias que se ha soltado la coleta (y para disimular se ha recogido la coleta) y con tanto nacionalista, incluyendo a Bildu, y tanto flambear las calles de Barcelona y con la economía hecha unos zorros, han terminado por poner a cada uno en su sitio (en el mismo que ya estaba).

La situación de España está, como decía al principio, bastante imposible, pero el diagnóstico popular ha empezado a acercarse a la realidad de la política y de las intenciones de cada cual. Y un buen diagnóstico, aunque sea muy malo, es imprescindible para dar con el tratamiento que conduzca a la curación. No sé si la venda del dinero que venga de Europa será suficiente para tanta herida o, al menos, para tapar los ojos de suficientes españoles; pero, ni aún con tanta pasta ajena, Iván Redondo va a poder recomponer la superioridad moral del PSOE ni el sambenito del malditismo que le habían calzado a Vox para neutralizarlo. Que todo eso no era nada de esto lo sabe ya hasta el último español.

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