'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
No quedará ni un sanchista
No quedará ni un sanchista
Por Itxu Díaz
24 de junio de 2022

Hay en La Moncloa un largo historial de casos documentados de infección severa del virus de la negación de la realidad. Las tres o cuatro veces que estuve allí saqué la misma conclusión: entre esas paredes habita el espíritu de la confusión. Es posible que nada se parezca menos a España que el ambiente que se respira en el complejo, esa mezcla entre miedo, urgencia, frío, y subordinación, demasiada subordinación. Y a Sánchez le ha mordido ya la peor cepa del virus monclovita, la pérdida total del sentido de la realidad. Está tan lejos de lo real que en cualquier momento instalará su residencia habitual en el Falcon, lo más lejos posible de donde pisan el resto de los españoles. 

Ha dicho el presidente que el Gobierno está fuerte y que agotará la legislatura, pero todo apunta a que antes agotará a los españoles. El ministro Albares, por su parte, ha asegurado que “no se necesitan elecciones”. Supongo que todo depende del ángulo del observador: Albares no necesita elecciones; el resto de los españoles, sí. Si el parlamento no estuviera secuestrado por fragmentos diminutos de partidos borrachos de nacionalismo y boina, a quienes la idea de una España hundida les alegra el día, la única pregunta que recorrería los pasillos del Congreso es cuántas horas faltan para la próxima moción de censura. Tendría un punto de justicia poética que Sánchez saliera del Gobierno por la misma alcantarilla por la que entró.

La tormenta perfecta es que los resultados sean malos, el futuro pinte negro, y todos estén demasiado hartos del presidente

Al margen de la demoscopia y los sesudos análisis, si el Gobierno fuera una empresa privada, incluso un club de fútbol, no quedaría ni uno solo de los directivos en su puesto. A veces los resultados son malos y la gente está con la directiva a muerte. La tormenta perfecta es que los resultados sean malos, el futuro pinte negro, y todos estén demasiado hartos del presidente. No me agrada que la gente brame por las calles contra políticos y gobernantes, por una cuestión estética de pura urbanidad; pero es un hecho que Sánchez no puede asomarse por ningún sitio, y que los que le abuchean no son peligrosos fascistas de ultraderecha impostando irritación, sino trabajadores, tal vez votantes suyos, a los que traiciona cada día, hablándoles de leyes ideológicas y patologías woke diversas, cuando no pueden pagar ni la gasolina del camión.

Las elecciones andaluzas serán extrapolables o no —clásico debate de bostezo en las tertulias— pero lo que es seguro es que los votantes han pateado a Sánchez en el culo del PSOE de Andalucía. Bien pateado está ese culo también. Pero la presencia de ministros en la campaña solo ha logrado empeorar las cosas. Sánchez ha pedido a su equipo que salgan más a los medios de comunicación. Si fuera inteligente, después de mirar alrededor en el Consejo de Ministros, lo que les pediría es que no se pusieran frente a una cámara salvo que alguien les obligue a hacerlo a punta de pistola.

No me gustaría estar en la piel del próximo presidente del Gobierno. Sabe Dios lo que se va a encontrar cuando les den las llaves de la caja

Es posible que el Gobierno obtenga un balón de oxígeno con la llegada del verano. La playa y el sol son un espejismo para muchos españoles que desean desconectar de la triste realidad. El problema es que llegará septiembre, y octubre, y noviembre, y el frío, y las facturas impagadas, y las familias sin luz, y la lenta muerte del consumo, y la asfixia de las empresas y los autónomos, y al encender la televisión seguirán los ministros hablando de cosas extrañísimas que no demanda nadie, de transición ecológica, de resiliencia, de Franco, y de otras locuras que están bien para rellenar algún telediario progre en tiempos de prosperidad, pero que enervan, con razón, a los ciudadanos cuando su estabilidad se está yendo por el desagüe.

No me gustaría estar en la piel del próximo presidente del Gobierno. Sabe Dios lo que se va a encontrar cuando les den las llaves de la caja. Lo más probable es que se tope con un aluvión infinito de facturas sin pagar, algunas colillas, y algunas latas de cerveza vacías. Sánchez dejará en un chiste el desastre económico de Zapatero. Y nadie, ni uno solo, recordará haber estado a su lado. Dejará un páramo a su paso, en la nación y en el PSOE. Lo segundo tal vez terminemos agradeciéndoselo. Lo primero nos va a costar perdonárselo. 

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