Malia y Sasha, las hijas del presidente, se acercaron corriendo a su padre, le tiraron de la chaqueta y sonrieron, divertidas. “Ya hemos elegido el pavo
al que queremos que perdones”. El presidente dejó la carpeta con el informe reservado sobre la situación en Egipto, se echó para atrás en su sillón, y sonrió: “Fenomenal. A ver, contadme cómo es”. La pequeña pegó unos saltitos de emoción y dio un gritito: “¡Es blanco!”. Al presidente se le borró
la sonrisa y miró a izquierda y derecha. “¡Malia, por Dios! –masculló Obama–, te he dicho cien veces que en el Despacho Oval hay micrófonos…”. La niña sonrió mientras miraba una foto en su iPad: “No seas tonto, papi. Quiero decir que tiene el plumaje blanco, mide más de dos pies de alto, pesa diecisiete libras, tiene la cara muy arrugada y una mirada interesante”. Sasha aplaudió: “¿Puedes perdonarle? ¿Sí? Va. A este, sí, por favor, ¿sí?”.
El presidente suspiró, extendió el brazo y reclamó la tableta. Su hija se la pasó haciendo un puchero. “¿Porfiplís?”. El presidente miró la foto del pavo y subió los hombros mientras gritaba: “¡Señora Decker!”. Su secretaria personal entró acompañada de un bloc de notas y sonrió a las niñas. “Señora Decker, por alguna razón que ignoro, estas jovencitas quieren que indulte a este pavo por Acción de Gracias, ¿podría ocuparse?”. La señora Decker sonrió: “Por supuesto, señor presidente… Decidme, señoritas, ¿qué nombre queréis que
le diga a la Prensa que tiene el pavo indultado?”.
Las niñas sonrieron y dijeron al unísono: “¡Parot!”, La señora Decker arrugó el ceño mientras el presidente ladeaba la cabeza y luego la sacudía, disgustado. “¿Parot? Qué nombre más raro. No, no me gusta… ¿Por qué no le llamáis Pop-Corn?”. Malia y Sasha hicieron un mohín de disgusto. “Pero papá… Parot es un nombre perfecto para un pavo indultado”. El presidente dijo: “Pero Pop-Corn es más americano, ¿no os parece? Venga, venga…
no discutáis más. Señora Decker, encárguese de que Parot, perdón, Pop-Corn, sea indultado”.