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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La nueva normalidad

2 de agosto de 2016

De todas las frases que la crisis de 2008 acuñó probablemente “the new normal” es la que mejor ha sobrevivido. Su autor Mohamed el Erian, norteamericano de origen egipcio, antiguo segundo de Pimco, expresidente del fondo de inversión de Harvard, y actual economista jefe de Allianze, utilizó ese nombre para que aceptáramos acostumbrarnos a un cambio duradero.

La  actual volatilidad de la economía mundial ha hecho difícil saber que es duradero y que no. Pero los activos sin riesgo, que han disminuido en número desde la crisis y generan menos intereses nominales, sugieren un cambio duradero. Muchos se preguntarán qué son, para qué sirven y que importan los activos sin riesgo.

Si pensamos en nuestros fondos de pensiones, públicos o privados, es claro que deseamos que estén invertidos en activos con poco o con nada de riesgo. Cuando preguntamos a nuestro banco donde invertir los ahorros enseguida nos hablarán  del perfil de riesgo que estamos dispuestos a correr. Si queremos saber si una rentabilidad ofrecida merece la pena debemos saber cuanto ganaríamos sin riesgo. Esperamos, cuando depositamos nuestros ahorros en los bancos que estos inviertan una parte en activos sin riesgo para garantizarlos.

Los activos sin riesgo son claves para el funcionamiento de la economía financiera que juega un papel central en el capitalismo moderno. La crisis los ha disminuido y su rendimiento es menor. Antes de la crisis prácticamente todos las deudas públicas de los países desarrollados se consideraban, al menos localmente, activos sin riesgo. Todas pagaban intereses  nominales a los inversores. Fondo de pensiones, compañías de seguros, bancos invertían en su deuda pública local con ese objetivo y ayudaban a financiar a sus Estados al mismo tiempo. En la zona euro los diferenciales eran inferiores a los 75 puntos básicos entre la deuda de los países euro.

 

Hoy el concepto prima de riesgo se ha convertido en una palabra común y esa prima indica que deudas públicas están o no libres de riesgo. Es verdad que la deuda pública española paga los tipos de interés más bajos de la historia, pero su diferencial con la deuda alemana es superior a los cien puntos básicos. La deuda alemana tiene interese negativos. Es decir, por tener un activo sin riesgo hay que pagar. Es pues más caro que antes cuando te pagaban, poco o mucho, por comprarlo. El mundo es más peligroso, pero los acreedores cobran menos en términos nominales.

Ya no todos las deudas euro son activos sin riesgo, antes o después sus fondos de pensiones, compañías de seguros, bancos, inversores tendrán que tenerlo en cuenta. Es verdad que el BCE esta comprando deuda, pública y privada, con lo que su colocación esta asegurada. No es cero riesgo pero está colocada automáticamente. El mercado ha entrado en suspenso hasta nueva orden. La ruptura del suelo hacia tipos negativos supone que Alicia ha traspasado el espejo hacia una nueva realidad.

A la pregunta de porqué se produce este New normal parte de la contestación es el exceso de deuda con el que las economías desarrolladas salen de la crisis. La historia económica nos enseña, que en casos precedentes, las deudas excesivas o no se han pagado o se han monetizado casi siempre con   devaluaciones. Esta vez la intervención de los bancos centrales comprando deuda y los tipos de interés negativos están intentando hacer el trabajo a favor de los deudores.

Todo esto abre la puerta a muchas preguntas en varios ámbitos. En la zona euro la disminución del número de activos sin riesgo refuerza aún más la división entre países acreedores y deudores. Esta división que nunca había existido en la construcción europea tendrá efectos políticos mucho mas profundos que el Brexit y afectará a muchos más países. Tener que aceptar que un sistema financiero nacional tiene que utilizar como activo sin riesgo el de otro país es lo que antes se llamaba países en vía de desarrollo.

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