«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

A Obama le mola el Ché

18 de diciembre de 2014

El gran mérito internacional de Hussein Obama ha sido su apoyo entusiasta a la primavera árabe, ese plan Marshall del islamismo que ha sembrado un reguero de horrores y guerras civiles, y que florece por fin en forma de califato. Su último objetivo es la catedral de Córdoba, y si no la consiguen los mulás será sólo por esa sabia norma que limita los mandatos en la Casablanca.

Pero este gran legado de media luna ensangrentada no parecía suficiente para el niño de Harvard, que quiere más páginas en la wikipedia, gestos pomposos que le guarden un hueco en la historia del cómic. Por eso ahora lo complementa abriendo una embajada en La Habana, a ver si con suerte llega a ser el primer tipo que consigue dos premios Nobel de la Paz y, cuando escriba su autobiografía, también el de literatura, porque Obama no ha sucedido a Bush sino a Michael Jackson.

Mientras, en la isla del terror, sonríen con la misma mueca que hicieron los de Bildu cuando les legalizaron. En este caso la comparación sólo es odiosa porque es demasiado literal, porque obedece a los mismos patrones de lo progre, los que han crecido con el póster del Ché en su cuarto adolescente.

 

Con la muerte en los talones de sus babuchas, al viejo Fidel se le deben aparecer ahora los camaradas que dejó caídos en la Sierra, como a Scrooge le visitaban sus fantasmas, y también los gritos agónicos de los presos torturados, el cemento doloroso con el que ha cimentado su triunfo. Porque hay quien hace de resistir una victoria, y de eso es los hermanos Castro son el ejemplo semivivo. Nadie ha podido doblegarles: ni los disparates de los Kennedy -que eran la versión política del rat pack- ni John Wayne Reagan, ni el ron con cocacola, ni el estrépito jubiloso que hizo el Muro al derrumbarse. Sí, quien resiste vence, a Cela le encantaba decirlo. Y aunque la victoria de  los Castro deje a una isla mitad burdel, mitad barraca, para la historia queda la rectificación gringa y  la continuidad socialista. Resulta bastante lógico, ahora que se asume que el modelo es China, ese proyecto que aspira a combinar lo peor de los dos mundos, un beso de tornillo entre los estados totalitarios y las oligarquías financieras.

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