«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

Cierto olor a Podemos

26 de agosto de 2014

Algo debe oler a podrido en Podemos para que hasta un activista de izquierda tan radical como Willy Toledo haya empezado a despotricar de la formación creada por Pablo Iglesias. El actor, más conocido por sus alardes de ideología castrista que por su talento interpretativo, ha arremetido contra Podemos y ha atacado el cinismo de sus líderes y su discurso vacío de contenido e ideología.

Willy Toledo, que es capaz de defender la dictadura cubana y el modelo chavista de gobierno, podría parecer el personaje perfecto para reflejar el ideario de Podemos, una organización que ha alimentado su crecimiento electoral con un mensaje muy radical entre el descontento callejero, los movimientos antisistema, los escraches a los políticos y la demagogia que capitalizó las manifestaciones de los indignados.

Pero ahora resulta que, hasta el paladín del izquierdismo más extremo, reniega de una organización a la que acusa de amañar el comité organizador de su congreso, blindar el puesto de su caudillo, imponer las decisiones de su triunvirato, albergar a muchos arribistas y anular el poder y efectividad de sus Círculos.

Muchos votantes despistados, que pensaron que Podemos sería una alternativa a lo que se ha dado en denominar “casta política”, asisten ahora perplejos ante la realidad que esconde esta organización, cuyos dirigentes se mueven cómodamente ejerciendo un férreo control para evitar que cualquier democracia interna les pueda arrebatar el liderato. Eso, sumado al hecho de que sus teorías económicas son inviables y que su programa quedó obsoleto tras la caída del Muro de Berlín, deja en evidencia la inutilidad de apoyarles en las urnas.

Lo único para lo que ha servido Podemos ha sido para dividir a la izquierda, para despertar a la adormecida derecha y para captar el voto de aquellos que, hasta ahora, optaban únicamente por la algarada callejera como forma de expresar sus ideas. Quienes creyeron que apoyar a esta formación sería de utilidad para generar una nueva manera de hacer política reconocen ahora su error al comprobar que Pablo Iglesias y los suyos, al hacerse con un cierto poder, han caído en los mismos vicios que ellos criticaron en otros.

 

Las próximas citas electorales serán muy reveladoras. Sabremos si los partidos tradicionales han tomado nota de la volatilidad del sufragio ante mensajes demagógicos que agitan el descontento social, y si los votantes calibran bien la importancia de apoyar en las urnas aquellas opciones que, con cualificación y honestidad, pueden articular gobiernos capaces de resolver los muchos problemas a los que nos enfrentamos. 

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