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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las ondas gravitatorias

15 de febrero de 2016

Toda España anda conmovida con el descubrimiento de las ondas gravitatorias, anticipadas por la tiza mágica de Einstein. Tanto es así que aquí las llamamos “gravitacionales”, para indicar que sabemos inglés. Solo habrá media docena de españoles que puedan explicar en qué consisten. Conozco a uno: Antonio Fernández-Rañada. Los demás andan de visitantes en otros países; se les ha olvidado hablar castellano. Tampoco sabemos muy bien en qué consiste la fuerza de la gravedad, y ahí está. No nos la podemos quitar de encima, aunque a veces se oiga decir lo de “gravedad cero”.

Si en el dominio de la Física existen meteoros tan misteriosos, qué no será en el campo de los asuntos humanos. Es claro, por ejemplo, que la Bolsa (no hay más que una en el mundo, con distintas sucursales y bolsines) está sufriendo sutiles movimientos de las placas tectónicas de la Economía. Se desploma el precio del petróleo. En teoría podría significar energía mucho más barata y por tanto un considerable aumento de la productividad. Nada de eso. No solo se tambalean las empresas petroleras sino todas las demás; principalmente los Bancos, incluso la Deutsche Bank de Alemania (en alemán la Banca es femenina). He aquí otra onda gravitatoria. Es invisible, pero nos afecta a todos, como los sismos (que aquí llamamos seísmos) o la corriente de El Niño.

Solo una fuerza telúrica desconocida puede explicar que en los países ibéricos la población sea mayormente conservadora, pero gobiernen o vayan a gobernar los partidos de izquierdas. Áteme usted esa mosca por el rabo.

Se nos viene encima otra fase crítica de la coyuntura económica. O acaso no hayamos salido de la crisis anterior. De nuevo las ondas gravitatorias. Nadie percibe la causa fundamental de esta dolencia económica: a los europeos de este siglo se nos terminó el espíritu de trabajo, de emulación. Es el último rapto de Europa, pues ahora hemos llevado nuestro talante a todo el mundo. De nada vale que aumente la productividad por causas técnicas. Los trabajadores ansían tiempo libre para disfrutarlo con el mínimo esfuerzo.  Así no hay Estado de bienestar que resista.

Otro misterio. Todos los países tienen cuantiosas deudas. Los acreedores son los Bancos de los países europeos centrales, pero, como queda dicho, son ellos también los que andan agobiados. ¿Cómo va a ser negocio prestar dinero a un interés nulo o incluso negativo? Una cosa así habría hecho felices a los escolásticos. Claro que ellos no sabían nada de lo de las ondas gravitatorias.

No para ahí la cosa. La perplejidad aumenta en un país como España donde todos los partidos políticos pretenden pasar por socialdemócratas. Quieren decir que se proponen aumentar el gasto público, porque “recortarlo” se ha convertido en una palabra obscena, como si fuera algo así como la ablación del prepucio. La razón de esa política dispendiosa es que de ese modo pueden hacer más favores, colocar a más amigos, disponer la “puerta giratoria” para el retiro.

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